miércoles, 26 de septiembre de 2012

0 ÁNGELES EN PATINETAS


El nacer de la aurora se presentó ante nosotros con su poderoso imperio de luz. Los rayos dorados del padre sol le arrancaban millares de verdes a las frescas hojas de los erguidos pinos que, conforme se hamacaban al ritmo del viento, nos regalaban su salutífero aroma de añosos recuerdos. Hablamos del parque Miguelillo en la hermosa ciudad de Necochea. Varios kilómetros de bosque poblado de incontables árboles sonrientes respiran sueños de inocentes niños. Fábulas de traviesos versos se esconden en sus incontables rincones de calma silenciosa llegada de otras lejanas latitudes. Cruzando una familiar avenida costanera se encuentra el océano que ruge bravura noche y día, que regala sal de antiguas letanías a los que lo admiran con insondable emoción. Desde siempre, presentimos que uno de los primeros actos de adoración del hombre para con su Dios habrá sido pararse frente al mar y permitir que rueden libres lágrimas de gratitud por la grandeza manifiesta de esa inmensidad líquida que nos subyuga. Necochea y Quequén, dos hermanos que compiten en belleza y libertad, dos adolecentes que establecen juegos de destrezas para mostrar sus encantadoras cualidades. Hablar de Necochea sin Quequén es como pronunciar palabras mudas. Referirse a Quequén pretendiendo omitir a Necochea es como pretender leer un libro con hojas en blanco. Necochea y Quequén deben continuar hermanadas por ese río celeste que abraza a los dos poblados. En la unión reside la fuerza, en la sumatoria de esfuerzos radica la grandeza de los pueblos. Más allá de las formas políticas de organización existe un espíritu fundacional de fraternidad y solidaridad que jamás debemos perder. Una Nación es la sumatoria de ideales desinteresados alineados para lograr el bien común ¿Los divisionistas hasta dónde piensan llegar? ¿Al punto de tal individualismo que nos conduzca a que cada cuadra parezca un islote sórdido alejada de sus vecinos? Los extremos logran desear ridículamente un reino “soberano” de un solo habitante. Mejor es la confraternidad que nos fortalezca de cara a la historia y a los desafíos que se avecinan. En la profunda Ciudad de Quequén se encuentra el monumento más importante que evoca la gesta Malvinense y los derechos argentinos irrenunciables sobre nuestras islas. Un macizo de cemento y arte que encierra la valentía desplegada por nuestros soldados ante la soberbia imperialista de los invasores ingleses. Este monumento es  una gran obra de amor cincelada con dulce devoción patriótica en nombre de nuestros héroes caídos en combate. Es esta tarea otro ícono de unión entre Quequén y Necochea y entre todos los latinoamericanos.  

Pero mucho más conmovedor es apreciar todos los días una legión de inocencia pasear en bicicletas, correr alegres con carcajadas de libertad y sencillez de juegos infantiles que forjarán hombres buenos. Pensar en Necochea es pensar en gente que busca ser feliz abrazando con el corazón a la naturaleza que nos cobija. No descartes que entre tanta simpleza mágica se pueda ver a guardianes ángeles custodiar felices nuestros sueños mientras deambulan en luminosas patinetas de completa armonía. Es que la verdad es lo que ES y lo que sospechamos que está listo para emerger el día que decidamos ser un poco más buenos. Mientras, los ángeles en patinetas y los querubines en patines juegan el juego de la vida frente al infinito mar de Necochea.

Máximo Luppino 

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