miércoles, 26 de septiembre de 2012

0 LA VIDA EN UNA SONRISA


La comunicación gestual es la piedra angular en que se coloca el primer ladrillo de buena voluntad del futuro edificio de una relación duradera. Los gestos duros e indiferentes alejan la posibilidad de crear un momento positivo entre dos o más personas. Las palabras irrespetuosas brotan fácilmente de un rostro enojado. Una palabra dulce y gentil está siempre a punto de gestarse en un semblante portador de una sutil sonrisa positiva. Desde el corazón del hombre nace una necesidad de ser amable y de sembrar segundos dichosos a nuestro rededor. Cuando esta silenciosa bendición se hace presente, unos 17 músculos del rostro se ponen en acción dibujando felicidad en la expresión. Son las flores, sonrisas de DIOS sobre el planeta. Nosotros podemos elegir el camino de la belleza o el camino de la torpeza. Las  sonrisas genuinas no florecen en terrenos sombríos.  Los días están colmados de millones de segundos, momentos que pueden pasar ante nosotros como el torrente vertiginoso del agua en una cascada. Pero si la mente está despierta, un segundo puede ser interminable y profundo como el universo mismo. Depende de nosotros la elección de darle sentido a cada aliento que proferimos.  

Nos gusta pensar que los milagros nacen a partir de una sonrisa del alma. Los ángeles, verdaderos soldados del Señor, sonríen mientras socorren a la creación. La madre sonríe a su pequeño niño en su cuna para que este pueda encontrar rápidamente los sueños mágicos de sus amigos duendes. Sonreímos en silencio cuando reflexionamos  sobre las incontables jugarretas del destino que siempre nos sorprenden. Sonreímos cuando nuestros seres queridos logran sus cometidos y nos regocijamos en su propia dicha. La lucha espiritual encierra entre sus ocultos pliegos de sabiduría una sonrisa eterna e infinita.

 La sonrisa debería ser nuestro primer gesto matinal, como una declaración jovial de un optimismo a prueba de toda dificultad. Recordamos la sonrisa de la Madre Teresa de Calcuta, en esa sonrisa parecía estar contenida toda la compasión sublime de cosmos; el gesto divino por excelencia en su rostro magnánimo y perfecto. Para cambiarnos a nosotros mismos podemos comenzar con trasmutar nuestros gestos sombríos y agresivos  por una mirada contemplativa cargada de tolerancia. Regalar sonrisas a nuestro rededor es recordador de dónde venimos y hacia dónde vamos.  Nuestro rostro con sus expresiones faciales es un mapa indicador exacto que nos marca en qué punto del sendero de la vida nos encontramos.

Brindarnos en una sonrisa, que busca ser perfecta en solidaridad y compañerismo, es como fundirnos para siempre en el mejor instante de nuestras vidas y saber que lo mejor de nosotros está en proceso de ser develado. Toda la sabiduría está guarda en la sonrisa del Maestro.

Máximo Luppino

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