miércoles, 26 de septiembre de 2012

0 LA BATALLA DE LOS AÑOS


Queridos párvulos de la vida, recuerden que alguien del género humano sumamente inspirado y audaz diseñó la rueda, y con ello sacudió el pesado mundo arcaico que apenas se asomaba de las húmedas oscuras cavernas. Todo cambió desde ese primogénito  revolucionario y esférico invento. Hoy parece una obviedad la existencia de todo lo que como civilización gozamos. Pero poseemos lo que tenemos por imperio de un puñado de estudiosos y valientes que no se resignaron a perecer sin haber alcanzado algún tipo de éxito en su sed inmaculada de evolución. Los resignados y pesimistas esperaban temblorosos y quejumbrosos que “alguien” los ayude. Los indómitos con pala o espada en mano avanzaron resueltos a romper los límites burdos de las coordenadas existentes que en esos momentos parecían condicionarlos.  Todas las generaciones que nos precedieron en los fatigosos años de desarrollo de nuestra humanidad pasaron por juventud y vejez, debilidad y fortaleza, ignorancia y luz. Es, nuestra sacrificada y doliente humanidad, un peregrino voluntarioso en busca de la verdad eterna. Así es que enfrascarse en la aguda estupidez insensata de creer que los años que padece nuestro cuerpo condiciona a nuestra alma y limita nuestra FE y nos anula el entusiasmo por luchar, es una aseveración que proviene de la más negra oscuridad decadente.
El General Juan Domingo Perón tenía casi 50 años cuando conquistaba su primera Presidencia de la Nación Argentina. Luego, le sucederían dos presidencias más con un forzado exilio de 17 años por capricho de los cultores de la antipatria y la maldad ¿Cuántos tildarían de “viejo” el mensaje y la obra de Perón que comenzó a desgranar justicia e igualdad cuando ya llevaba sobre sus hombros muchas décadas?...
Parecen existir viejos retrogradas de 30 años, y audaces jóvenes de 80 abriles. Todo es cuestión de voluntad, todo es cuestión de ganas de vivir. Es el fuego sagrado del ser que una vez descubierto siempre nos impele a escalar cada vez mayores alturas. Aun si debemos usar bastones o balbucear esperanzados una oración que nos permita continuar firmes en el sendero. Los años por si mismos no brindan conocimiento alentador, son las experiencias de lucha las que nos aleccionan y nos brindan júbilo por existir. Por fin comprendemos que los años son una tremenda jugarreta del destino, que nos impele a trascender las barreras de la mediocridad para alcanzar la gloria divina que aguarda a todo hombre que desee ver cara a cara a la realidad celestial que se encuentra más allá de la mediocre resignación.

                Máximo Luppino

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