miércoles, 26 de septiembre de 2012

0 SEPULTUREROS


Los sepultureros ven la vida desde la oscura y húmeda perspectiva de una fosa. En su crónico afán de sepultar, viven pala en mano, mirando potenciales cadáveres aun en los dulces rostros de contentos niños que juegan felices en las espaciadas plazas verdes. El pecado más drástico de los sepultureros es el de pretender enterrar los ideales de los hombres, la fragancia de los sueños mágicos y la luz iluminadora del sol.

Los sepultureros detestan a los “ciegos” que ven, a los iletrados que saben, a los “mudos” que tararean tonadas del corazón… Un sepulturero jamás debe ser ungido con los sagrados laureles de los líderes. Guiarían a sus seguidores a las profundas cavernas de la resignación. Cada vez que no confiamos en la vida alimentamos a ese oscuro enterrador que asecha en nuestra proximidad. La redención está en nosotros, en cada segundo, en cada instante. Los ángeles nos sonríen cuando nos abrazamos con los desposeídos, los marginados, enfermos o con los socialmente condenados. Arrojemos lejos de nosotros las satánicas mortajas negras. El aire del lugar huele a bondad. En esta tierra de belleza no se descarta a nadie, no se oprime a nadie. Los ataúdes están vacios, en los cementerios sólo quedan ropajes viejos, ya usados, cáscaras huecas de sueños que volaron a la infinitud.   

El océano ama a todas sus gotas de agua y sal. Las montañas aman a cada roca que la componen por pequeñas que sean. Los bosques quieren a todas las hojas de sus innumerables árboles. El  corazón no olvida jamás el tono singular y único de cada latido emitido, los latidos son el corazón mismos dando vida a la vida misma. Los sepultureros moran en las sombras de la dicha legítima de los guerreros que jamás se dan por vencidos. Pronto no habrá más sepultureros…     

                  Máximo Luppino   

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