miércoles, 26 de septiembre de 2012

0 MATEMÁTICO DESTINO


Suerte o casualidad son argumentos precarios de intelectos primitivos. Las leyes de causa y efecto son las genuinas razones de la matriz de nuestro destino. Si no poseemos control de nuestros pensamientos y emociones jamás podremos ser los soberanos de nuestras vidas. Deambularemos cual una barca a la deriva en el poderoso océano de la vida. La medida exacta no sólo rige en las balanzas de alta precisión, la “justa medida” es una vara imperial que traza y delimita los alcances de nuestras horas. Pero esto no es por capricho cósmico de los dioses del Olimpo, ni por determinismo infalible de una fantástica pirinola mística. Sucede que cosechamos lo que sembramos. La siembra es constante e ininterrumpida; nuestra mente, en persistente acción, piensa, desea y acuña ideas que luego se reflejan infaliblemente en acciones concretas. Todo este mecanismo abona la tierra de los tiempos futuros en los surcos de los días. La siembra aflorará exacta, milimétrica, científicamente precisa. Somos sin lugar a dudas “artífices de nuestro propio destino”. Para algunas personalidades adolescentes es “cómodo” pensar que algunos poseen suerte y otros no, pero la verdad reside en la ley de causación con su matemático proceder. De las semillas de rabanitos no nacen coliflores. De la holgazanería y la pereza no deviene un carácter recio y un intelecto lúcido. Causa y efecto son la razón brillantemente diamantina detrás de la oscuridad de la banalidad. El labriego bien sabe que una tierra trabajada y correctamente abonada, despejada de toda estéril maleza, será propicia para buenos cultivos que llenarán de abundancia su esperanzado granero. Acude a nuestra memoria un breve e inspirador cuento de un autor argentino, Andrés Rivas Molina, sus líneas se detienen en un relato que cuenta que un hombre sencillo y sensible estaba trabajando limpiando su pileta de natación. Días de calor y viento habían opacado las limpias y frescas aguas del natatorio. Comenzado ya su labor de limpieza observa a un grillo nadar desesperadamente en busca de las paredes laterales de la azul pileta. La lucha del grillo por salvar su vida era tremenda. El hombre se detiene en el angustiante episodio, la fortaleza del insecto era titánica, pero no alcanzaba. En la lucha del grillo se reflejaron muchas luchas, demasiadas angustias, todos los dolores. Resueltamente, el hombre toma una red y extrae al grillito de la profunda pileta. El grillo se repone, salta y canta refugiándose en el jardín circundante. Nuestro amigo sintió tal oleada de satisfacción anímica por su acción de salvar al pequeño trovador que tomó el encantador hábito de recuperar de las aguas a cuanto grillo veía en dificultad. Relata Molina en su cuento “Grillos memoriosos”, que una vez, el hombre cae accidentalmente a la pileta y flota desmayado en sus aguas. Entonces, miles y miles de grillos se zambullen en la pileta y todos combinan un heroico esfuerzo salvando a su benefactor de morir ahogado…
En la hermosura poética de este cuento se encierra una verdad sublime, no sólo los leales grillos son memoriosos… Afirmamos que la creación toda es drásticamente memoriosa, y va a reflejar la naturaleza en nuestras vidas lo que somos capaces de brindarle. El hombre del cuento de Molina sembró compasión y bondad, los grillos le otorgaron amistad eterna, más la insondable satisfacción de saber que podemos vincularnos fraternalmente a todas las formas existentes en el universo. En el no matar a criatura alguna, en el socorrer y amar a la creación, en el ser solidario y fraternal están encerrados los millones de grillos memorioso que nos desean recatar de nuestros equívocos. Bueno sería que le permitiéramos ayudarnos a la naturaleza.
   Máximo Luppino      

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