miércoles, 26 de septiembre de 2012

0 LANZAS AFILADAS


No va a ser esta la primera vez que afirmamos que la actividad política es la gran instancia superadora de conflictos y discordias. Lo es a tal punto que estamos convencidos que la acción política evita guerras con todo el horror y dolor que los enfrentamientos extremos conllevan.  Honrar la política es apostar a la inteligencia y a la tolerancia.

Negociar es ceder en lo periférico o personal  para “ganar” en lo sustancial y así poder desarrollar acciones concretas que tiendan al bien común. Pero cuando el fuego de la pasión se desmadra y tiende a ponderar el uso de la violencia se desnaturaliza el  sentido fundamental de la política. La auténtica convicción es armoniosa y equilibrada, no necesita de gritos ni de  golpes estentóreos en el pecho. La  certeza brinda seguridad, la mentira debilita a los grupos políticos con sus engaños y falsas promesas. Las lanzas afiladas de los fervorosos militantes deben deponerse en el altar del diálogo fecundo. Las mesas de acuerdos son los genuinos obuses de los políticos de raza.

Vimos muchos paredones mudos con leyendas prestadas, pintados una y otra vez con tenacidad auténtica. Observamos columnas y postes empapelados continuamente con rostros salpicados de cal. Corridas y vértigo en madrugadas trasnochadas de campañas con un sobrepeso de promesas que en algunos casos tardarán demasiado en llegar. Es la lucha por el poder. Es la puja por imponer una línea de acción. Es la competencia ferviente que a veces finaliza con empujones y golpes. En el mundo político abundan los idealistas injustamente entremezclados con los fenicios mercaderes de egoístas intereses personales.

En la evolución del sistema democrático cada vez encontramos más ciudadanos interesados en participar en los asuntos públicos. Todos debemos responsabilizarnos de no sembrar sentimientos malignos en el corazón de nuestros compañeros.  En estos tiempos electorales debemos recordar cuál es la finalidad de las campañas electorales. Queremos decir que no tenemos que perder de vista las propuestas inteligentes y la envergadura ética de cada candidato. El chisme se hace fuerte en la mente del distraído o en la opinión del ignorante. No obstante, sólo se requiere de un poco de calma e introspección para descubrir las aristas más nítidas por donde la realidad se manifiesta. La violencia no tiene lugar en la política auténtica. Sólo la razón con su bagaje de bondad debe presidir los sanos acuerdos.
                                                                             Máximo Luppino    

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