miércoles, 26 de septiembre de 2012

0 NAVEGANDO POR LAS RIBERAS DEL TIEMPO


El ayer jamás se retira del todo de nuestras vidas. El pasado vive en nuestro presente, así como las consecuencias de nuestros actos de hoy latirán activamente en nuestro futuro. Siempre perdonamos, pero jamás olvidamos. Perdonarnos y perdonar es una obligación, un deber y una necesidad para poder edificar nuestro propio castillo de luz. En cambio, el olvido huele a ostracismo. La falta de memoria atenta contra nuestro desarrollo, por esto es bueno que nuestra conciencia brille plena de atención. Con la imaginación como nave indestructible, buceamos en el ayer y hoy redescubrimos muchas de las enseñanzas que nuestros mayores nos dejaron grabadas con amor en la playa de nuestra alma. Así, hoy nuestros padres y abuelos están más presentes en nosotros que en el propio pasado, cuando podíamos sentarnos a su lado y acariciar sus cincelados rostros, ya que recién hoy comenzamos a comprender algo de lo que tantas veces nos repetían con insistente milenaria paciencia. Conforme nuestra conciencia se expande más comprendemos aquellas páginas leídas a las apuradas, entre emociones y anhelos, pero que hoy disfrutamos reglón a reglón, pausa que nos conduce al sabio silencio. Si en el presente que vivimos  notamos que nos ha condicionado nuestra educación pasada y las sugestiones recibidas, como también nos permitieron avanzar resueltamente hacia nuestro maravilloso mundo interior, reflexionamos: ¿está muerto el pasado, o vive en nosotros ahora y aquí mismo?... También apreciamos que las decisiones que tomamos en nuestra juventud definieron nuestra actualidad vigente. Esto nos conduce a tomar conciencia de que los pensamientos de nuestro presente están moldeando sin cesar a ese hombre que seremos mañana. Desde esa irrefutable realidad es que debemos pensar bien, actuar correctamente rindiendo culto de alegría a la gloria de nuestra existencia. Presentimos que fuimos y somos ayudados e impulsados a mejorar, a develar el valor cabal de nuestra divina existencia. Sentimos la fuerza del héroe que con espíritu de amor y sacrificio nos guarda del mal de nuestra propia ignorancia y necedad.

¿Cómo olvidar nuestra infancia? ¿Cómo no recordar los episodios que marcaron nuestros días? Nada es solamente lo que se muestra ante las miradas distraídas. Cuando escuchamos por primera vez que las flores son manifestaciones de la sonrisa de DIOS, pensamos entonces: ¡que bella figura poética! Luego, los años nos enseñaron que en verdad las flores son una expresión palpable y científica de la dicha que DIOS nos regala día a día.  
Toda la creación es un testimonio insoslayable de la existencia de una inteligencia espiritual que ordena el infinito macrocosmos  con el mismo cuidado e importancia con el cual guía amorosamente a los dinámicos colibrís a beber el néctar de las dulces flores del jardín de la abuela. La existencia nos habla de armonía, de evolución de  un orden  que guarda sabio equilibrio entre todas sus manifestaciones.  En estas playas de reflexión y nostalgia vemos llegar las olas del tiempo una tras otras, dejando manojos de espumas de recuerdos blancos. Podemos viajar hacia nuestro interior, es un viaje seguro, es un viaje con guía divino propio de atención personalizada. Es una excursión hacia la “tierra prometida”. Es un pasaje hacia la libertad. Si nos perdonamos y regalamos perdón y reconciliación a cada paso nuestro, el viaje será más raudo, más alegre, más dichoso. Después de todo, el océano de vida manda y determina. Todo marino está llamado a la mar. Todo individuo está signado a ser feliz. Todo está evolucionando mucho más velozmente de lo que creemos. Mientras el reloj marca las horas del porvenir, las flores continúan regalando hermosura por doquier, saben ellas que DIOS las quiere.

                                                   Máximo Luppino

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