0 CRISANTEMO

Siempre el mundo de la simbología nos sorprende y nos rescata del oscuro callejón del egoísta materialismo. Es la belleza un pasaporte armónico al infinito imperio de la verdad suprema. Los símbolos son un vestigio, una orientación, un puente hacia nuestra propia divina naturaleza. La palabra crisantemo deriva del griego que significa “flor de oro”. Es una planta oriunda de Asia, más precisamente de china.
En el siglo VIII, el emperador del Japón la adoptó como la flor del sello imperial de su país, como consecuencia de esto el crisantemo es la flor oficial del Japón. Para el distraído transeúnte, casi todo pasa por ser poco valorado. Pero, cuando los paseanderos se convierten en caminantes buscadores del gran principio se advierte en cada paso, en todos los segundos, el magnífico alto divino. El crisantemo exhibe su belleza con humilde sobriedad. Por esto tantos pueblos adoran sus dorados secretos guardados entre sus lumínicos pétalos de milenaria sabiduría. En España, el crisantemo acompaña las ceremonias del “día de todos los santos”, flor oficial de la ciudad de Chicago, en México se le otorga la consideración de flor otorgada como señal de amor. Cuando volvamos a estar frente a esta verdadera flor de oro sabremos que nos hermanamos a muchos sentimientos de tantos pueblos de la humanidad.
Vemos que los símbolos ofician como un auténtico vértice aglutinante de fértil adoración. Crisantemos en los altares, en los atrios, en lujosos floreros o en la soledad más mística de un rincón del glorioso jardín del alma, siempre será una flor bendecida por el sol de vida. China, Japón, España o tu jardín la belleza siempre está con su omnipresencia de inmensa luz. Los pájaros deben volar libres al sol y las flores deben reinar en su natural silvestre origen de sus verdes plantas. Es la libertad el instrumento preferido del crisantemo de la inspiración.