0 Ausencia de afectos

Un hombre con pocos afectos se asemeja a una playa sin mar. A una noche  profunda y fría sin estrellas, a un jardín con flores yertas ausentes de color y perfume. Un hombre sin sentido de la gratitud es como un hogar vacío, sin niños que jueguen alegres en el patio o como árboles sin hojas, montañas sin vientos libres, violines mudos, guitarras sin cuerdas.
El ser incapaz de construir amigos es como una fina herramienta oxidada por el desuso y el descuido. Se asemeja también a libros con hojas en blanco o a jóvenes sin ideales ni entusiasmo. Debemos no entregarnos a la muerte en vida, estar vivos es sabernos útiles y portadores de emociones nobles y sentimientos profundos. Estar vivos es saber entregarnos a los demás sin miedos ni tapujos. Tener amigos es querer al prójimo tal como es, con todo su bagaje de aciertos y yerros, porque en el otro nos encontramos nosotros mismos, sonriendo en la felicidad de los demás. La construcción de amistad genuina reclama un decidido esfuerzo sostenido. Hablar de los derechos del pueblo o de la gloria de la humanidad sin dar testimonio de estos sentimientos con los seres que están a diario con nosotros y a nuestro lado es una seria incongruencia. Los inconmensurables nobles ideales se nutren de pequeños gestos  concretos y cotidianos. Las modestas “pequeñas buenas obras” son ladrillos insustituibles para edificar el edificio del Bien Supremo.

El juicio drástico hacia nuestros compañeros de ruta estruja de dolor a nuestra propia alma, ya que todas las almas conforman un único mismo cuerpo espiritual. Poseer confianza en nosotros mismos es reflejar familiaridad con los otros. La Presencia de afecto en nuestra vida nos da sentido a nuestra existencia ¡No te juzgo! ¡No “mido ni analizo” tus acciones! Menos aún te condeno… Más bien comparto mi sentir con todos… Así estamos vivos en una luz que guía nuestros pasos.

Máximo S. Luppino