El domador respeta al león, sabe de su fuerza y ferocidad, no obstante el hombre carga sobre sus espaldas siglos de inteligencia evolucionante que le permite dominar a las más poderosas criaturas. El león queda subyugado por las concretas técnicas de influencia, y “mansamente” actúa según lo requiere el hombre. Sin embargo, el león no entrega su indómito orgullo, ese que le permite saber que con un solo zarpazo puede colocar un fatal punto final a la función.   De esta manera, inteligencia y fuerza, técnica y salvajismo se acoplan danzando al unísono en un ritual atractivo con peligrosos ribetes. La trama oculta parece señalar que cuando el león percibe que el domador subestima su poderío y majestuosidad los aires de rebelión comienzan a soplar. Cuando la armonía está presente, domador y león, hombre y fiera, se complementan e integran produciendo una singular unidad. Son como dos aspectos ancestrales de la misma naturaleza pujante. El “ritual” del hombre y el león se asemeja a la vida del Peronismo. El Justicialismo encierra en sí la deslumbrante inteligencia de su doctrina humanista, cristiana y trascendente. Pero así mismo guarda celosamente en su sagrado interior esa fuerza primaria pronta a sublevarse contra las injusticias y contra los que quieren dominarlo. Es el león interior que el movimiento de Juan Perón posee y que  hoy lo enarbola  en la cúspide de las doctrinas políticas de la humanidad. Tanto el león como el domador están contenidos en el fenómeno de las corrientes filosóficas llamadas a trascender en el tiempo. Pero cuidado, amigo funcionario o seudo domador, el león del Peronismo jamás se rinde, y si  asomas el garrote de la prepotencia, el militante justicialista empuñará sus afiladas garras de letal poderío… Sólo el respeto garantiza el dialogo y el entendimiento, sólo el pensamiento benigno nos eleva de la criminal selva del egoísmo. No olvidemos que el león peronista siempre está atento y al asecho…
Máximo S. Luppino
Publicado en el DIARIO LA Hoja.
 
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