Los silencios campesinos hablan de trabajo y esfuerzo, de vidas simples y fructíferas, de miradas francas en el respeto irrestricto a la palabra empeñada, con amaneceres alegres llenos de color con pájaros trovadores. Honrar la vida con conducta recta en el amor a sus familias, junto al culto orgulloso de pertenecer a ese pueblito mágico del interior.
Tractores, trilladores y arados en protesta, parados al costado de la ruta, forman un cuadro triste y desolador. Cuando las cosas no están donde deben estar, desarrollando la función para la que fueron concebidas es augurio de anomalías y dolor…
Desde que el hombre es portador de razón, sabido es que, para obtener más, hay que producir más, los dueños de las resoluciones deberían arbitrar los medios para que los mansos, los campesinos, vuelvan a sus chacras, a sus tambos, a labrar la madre tierra que gustosa nos brinda sus riquezas. Un mundo espera alimentos argentinos para saciar su hambre, muchos compatriotas desean trabajar, están esperando que las condiciones se ordenen en el sentido correcto, así nuestra nación seguirá creciendo para permitir que nos desarrollemos y realicemos como personas de bien.
Las comunidades rurales son dignas en su origen y en la noble labor de producir alimentos para todos…Los pueblitos campesinos florecen en el tiempo de la buena cosecha, se visten de celeste y blanco para las fiestas de beneficio para sostener sus escuelas campestres, componen y cantan nuestras canciones, custodian nuestra cultura, hablan el idioma de la tierra y encomiendan sus días al glorioso tata DIOS… En su mansedumbre, una vez acorralados y heridos, son sumamente resueltos y, como potros libres, pelearán con valor inaudito antes de ser doblegados. La política siempre debe estar al lado de la producción para que los beneficios puedan llegar a todos, sobre todo a los que menos poseen…La época de la cosecha se aproxima, estemos preparados.
Máximo S. Luppino
Publicado en el DIARIO LA Hoja
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