Se maquillan las quinceañeras en su fiesta para así “parecer” más adultas y glamorosas, se retocan las fisonomías los actores para dar el personaje adecuado en la puesta en escena. Las señoras mayores se maquillan para “recrear” una juventud  ya perdida, ahora también algunos “señores” se acondicionan el pelo y rostro para… ¡no sé para qué!...  suponemos para “asemejarse” a algo diferente de lo que son. También se maquillan los muertos, no obstante, por embellecidos que luzcan… ¡muertos están!
El maquillaje  es un lugar común para fingir, esconderse o presentarse “distinto”. Por más que la intención sea buena existe, por lo menos, un “retoque de la realidad”, ya que el maquillaje es más efímero de lo que por sí ya es nuestro peregrinar terreno…Agregamos prontitud sobre la fugacidad…
Cuando el “maquillaje” llega con toda su pompa de ilusión a la política se ejecuta la mentira más cruel: el engaño de presentar como “verdad” la mentira; entonces “buenos” y “malos”, “justos” y “pecadores” danzan juntos el grosero ritual de la decadencia. Por esto es que el pueblo abraza con el corazón cuando aparece, en la historia de las naciones, un conductor legítimo como lo fue el General Perón, sin maquillaje, sin dobleces, con genuino idealismo y vocación popular. El general se presentó como el primer trabajador, honrando a los queridos obreros de la patria; pero siguió siendo “EL GENERAL”, llevando con orgullo los laureles gloriosos del Ejército Argentino de San Martín. Descamisado que tenía fijada las charreteras de mando por la autoridad de su poder de persuasión.
Para reivindicar a los más humildes no necesitó descalificar a nadie; todo lo contrario, pacificó el país acudiendo a la verdad de su doctrina y al verdadero bien común, integrando a TODOS al proyecto nacional. PERÓN se presenta ahora y siempre a “cara descubierta” con las botas puestas
Máximo S. Luppino
Publicado en el DIARIO LA Hoja
 
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