Sobre el inmenso telón azul de nuestro cielo profundo se yerguen poderosos los siempre verdes follajes de augustos pinos. Ordenadamente dispuestos en doble fila lineal, se asemejan a una noble guardia pretoriana que guardan silencioso secreto. El viento sacude ceremoniosamente sus altas ramas, como si hamacara dulcemente a los duendes que reposan en su fresco continente. Todo es mucho más de lo que parece ser. La esencia crea las formas para su manifestación, pero a la vez el espíritu, que todo lo abarca, esboza consciencia despierta por doquier. Vemos al cielo azul, pero sabemos que no es azul, sólo se trata de una “travesura” visual; pero si el cielo tendría tonalidades, seguramente estarían presentes todos los colores con matices deslumbrantes capaces de ser apreciados por miradas más agudas que las humanas.
La ciencia y el arte no se contrapones, más bien, se complementan, son dos senderos que conducen al mismo puerto. En el preciso momento que creemos en la lealtad comenzamos a transformarnos en leales, cuando CREEMOS en un idea la estamos cualificando, es decir, le damos vida en nuestra mente. Un gran académico puede comprender el proceso por el cual las plantas crecen y nos brindan el tan precioso oxígeno para vivir. Pero es un hombre casi asfixiado el que valora en su inmensa totalidad el maravilloso hálito de vida que retorna revitalizador a sus pulmones.
Cientos de politicólogos estudiaron al Justicialismo, y sólo un selecto puñado lo comprende e interpreta. Más aún, nos atrevemos a sospechar que algunos autodenominados peronistas continúan sin absorber la mística del movimiento socio-político-cultural más grande de toda América. A nosotros nos agrada el cielo azul… la lealtad, nuestra patria y el Peronismo aprendido desde adentro, desde las provincias y pueblos y la de los que llegaron del viejo continente para sumar sus brazos curtidos a la lucha que siempre continua…
Máximo S. Luppino
Publicado en el DIARIO LA Hoja
 
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