Parecería ser que, en ocasiones, los hombres nos aferramos más a un desprolijo garabato que a un sutil Picasso, optamos oír desordenados ruidos en vez de las delicias sonoras del genial Beethoven.
Sí confundimos los estruendosos sonidos del tambor con los acordes melancólicos del dulce violín, es posible que estemos invadidos por un estado crónico de confusión. Entre la gloria y el ridículo existe un abismo que algunos necios se obstinan en zanjar con aturdida temeridad.
El soberano sentido de la ubicación nos impele a integrarnos a los movimientos humanos positivos y edificantes del bien común; mientras luchamos por mejorar nuestros sentimientos y nos dedicamos a sutilizar nuestro universo de pensamientos estamos transitando el camino que nos lleva a la suprema gloria interior. El capricho, la tozudez junto a la difamación destructiva nos introduce en el reino de la ridiculez, reino cruel que retiene a todos los que ingresan en sus desgraciadas fronteras.
Por esto debemos ejercitar la más estricta introspección de nuestros pensamientos y acciones, para así poder corregir nuestro rumbo. El discernimiento agudo es la capacidad que poseemos para diferenciar lo correcto de lo inadecuado, lo conveniente de lo inconveniente; en concreto, diferenciar el bien del mal. Un político se aproxima al afable reconocimiento social, o desde la aridez del orgullo herido cree ser un "genuino" Napoleón y…los que lo observan a la distancia lo ven como un estudiante fracasado de "Piñón Fijo"…
El intendente de San Miguel es Joaquín De La Torre, y eso es una realidad, podrán juzgar su accionar de gobierno, existe gente a favor y en contra como es natural, lo que no pueden pretender algunos perturbados emocionalmente es desear arteramente "retirarle" el mandato que el pueblo de San Miguel le brindó en elecciones libres. Existe una comunidad atenta que sostiene el Orden natural de todas las instituciones democráticas.
Máximo S. Luppino
Publicado en el DIARIO LA Hoja
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