Atrapados por los fantasmas del pasado y temerosos por los redobles de los tambores de guerras del ayer, gimen quejumbrosos por un destino que ellos mismos construyeron. Algunos marcharon al frío ostracismo de su propia limitada imaginación sin jamás haber atravesado el glorioso arco del triunfo. De opaco entendimiento, todo movimiento de pujanza y construcción lo descalifican gritando: ¡Es el pasado, es el pasado! ¡Cuidado, cuidado, ellos piensan…! ¡Cerremos puertas y ventanas, impidamos que el sol entre a nuestra casa!
Nadie está afuera… El universo infinito es el hogar celestial de la humanidad, en esta dimensión todos estamos compartiendo el mismo insondable cuerpo de luz inmortal. Pero sí existen los que aún se resisten a aceptar su propia gloria, acongojados y miedosos elijen el triste llanto en vez del poderoso rugido del León. Prefieren ser esclavos mendicantes en vez de soberanos de sus propias maravillosas vidas.
Una mente superior aseveró que: “pasado y futuro son simplemente partes del eterno hoy del hombre”. El temor inmoviliza, el pánico congela los emprendimientos, los detractores de los demás tienen temor de actuar, descalifican a otros compañeros por su propia impotencia.
Poco importa los parajes por el cual los hombres pasaron, sí importa el sendero que juntos hoy transitamos con fe y esperanza. El que juzga al viento por haber viajado por incontables latitudes está desprovisto de razón, el sol alumbra a todos por igual, no pregunta si es “malo” o “bueno”, simplemente le brinda su calor de amor. Intentemos brindarnos generosos como el rey sol y no convertirnos en carroñeros de los errores de nuestros hermanos. En tanto la filosofía devela un mismo origen del hombre y establece lazos de indisoluble unión entre el ser supremo y la creación. Señalando nuestro común destino, los timoratos de turno evocan a los espectros de sus propias fantasías.
Máximo S. Luppino
Publicado en el DIARIO LA Hoja
 
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