Calificamos las circunstancias y los eventos según el lugar ideológico en el cual estamos anclados, de esta suerte apreciamos que lo que es para unos correcto y loable, para otros es, incorrecto y abominable. Los meros partidos políticos poseen enfoques más o menos rígidos. “Que se rompa, pero que no se doble”, “rígido y firme como el acero”; blanco o negro, bueno o malo conforman bases extremas de un pensamiento sin matices que fluctúa tormentosamente entre lo angélico y lo diabólico.
Por otro lado, las corrientes movimientista que conforman el poderoso espacio del “Pensamiento Nacional” exhiben una vocación de poder que los conduce a flexibilizar sus criterios en los necesarios acuerdos con otras fuerzas de acción, permitiendo ejercicios en mancomún que desembocan en el llegar a gobernar eficientemente y finalizar correctamente los mandatos constitucionales. Son estos pensamientos los que están alineados con el criterio de: “Como el junco ante los vientos, que se doble pero que no se rompa”. Sin lugar a dudas persistir a lo largo de la historia con coherencia a la esencia doctrinaria que nos inspiró es un desafío mayúsculo.
El Movimiento Nacional Justicialista y su insaciable sed de protagonismo social y político están en constante transición, es la “gran ancha avenida” que contiene aparentes disparidades filosóficas pero que se hermanan en el celestial lugar del bien común y la grandeza de la patria. El Justicialismo luego de la muerte de su mentor, el tres veces presidente de los argentinos, el general Juan Domingo Perón, siempre manifestó un “aspecto oficial” y una “cara disidente”. Acaso este fenómeno ¿no es una de las causas que permite al Peronismo reciclarse y pelear por el poder siempre? También evidencia una oposición política débil, incapaz de aliarse seriamente y más próxima a los tribunales para denunciar que de la casa rosada donde se ejerce el poder con políticas concretas y definidas.
Máximo S. Luppino
Publicado en el DIARIO LA Hoja 
 
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