Cuando triunfemos sonriamos por lo bien que nos ha ido, si hemos fracasado, reflejemos una gran sonrisa en nuestro rostro para así comenzar a construir una venidera victoria. Los contratiempos y derrotas son, sin lugar a dudas nuestros necesarios maestros que nos enseñan a elevarnos por encima de las dificultades. El hombre positivo edifica una contundente victoria a partir de una derrota dolorosa y atroz…El valiente se eleva por sobre la pira de escombros desastrosos y a partir de su indómita voluntad trasmuta lo inconveniente en adecuado. Aprendiendo a subsistir en la más severa adversidad cimienta un templo inexpugnable en su interior, siempre lúcido y dispuesto, con una sincera sonrisa en el rostro como indispensable aliada.
Hay que cuidarse más de los éxitos que de los fracasos, las derrotas siempre nos obligan a remontar la adversidad, ahora, en ocasiones las victorias envanecen nuestro yo, eclipsando las adecuadas perspectivas, asaltándonos la demoledora vanidad que nos aparta de lo real.
No debemos buscar una razón especial para estar alegre, el sólo existir y poder pensar y sentir es causa por demás suficiente para regalar una avalancha de sonrisas a la inefable creación. Una sonrisa pujante siembra esperanzas en terrenos desérticos, brinda calor de compañía en los fríos glaciares de absoluta soledad. Todos los días elegimos el rostro consternado que insinúa vejez intelectual y descontento, o la risa renovadora que nos lleva a compartir brillantes colores con todos. Una de las personas más puras y sabias que el mundo conoció, la Madre Teresa De Calcuta, sobre la sonrisa nos dijo: “Sonriéndole a DIOS con la aceptación de todo lo que ÉL nos envíe tendremos el merito de poseer la mirada radiante de su rostro con su amor por toda la eternidad”… Preparemos hoy las sonrisas que proyectaremos mañana y siempre, para así desde algo tan simple y poderoso a la vez sembremos positivismo por doquier.
Máximo S. Luppino
Publicado en el DIARIO LA Hoja
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