miércoles, 26 de septiembre de 2012

0 CAMINAR SIN PISOTEAR EL JARDÍN


Pretender ser enérgico y llevar adelante nuestras convicciones y principios no implica de manera alguna avasallar los criterios ajenos y el pensamiento distinto de nuestros semejantes. El vértigo y la premura generan atolondramiento en el universo de las preciosas y delicadas relaciones humanas.
 El atolondramiento es el padre indiscutido de las torpezas, las torpezas producen confusión y desencuentros entre las personas. De acuerdo a nuestro modesto criterio, se debe caminar despacio, con constancia y ritmo armónico. No estamos solos en el infinito universo de relaciones humanas, mi vecino y compañero de ruta acarrea una mochila cargada con los mismos elementos que nosotros llevamos a cuesta.
 Si nuestra marcha es pacífica y silenciosa colaboramos con el plan divino del desarrollo y la evolución. En cambio, si incurrimos en creer que ser fuertes es gritar desaforadamente, conducirse a las patadas en el frágil bazar de la exquisita cristalería de las humanas relaciones, nos esperan profundos inconvenientes.
 Recordemos que el singular Napoleón Bonaparte le pedía a sus asistentes ante importantes eventos a los que debía concurrir: “¡Vístanme despacio que estoy apurado!”. En concreto, no debemos perder el control sobre nosotros mismos, dominar nuestro temperamento y personalidad nos otorgara un sin número de incontables beneficios. Para el belicista, la vida es un campo de batalla. Para el músico y compositor, la vida es un acorde maravilloso. Para el estafador, la humanidad es un gran rebaño de individuos a los cuales engañar. Para el violento díscolo, la sociedad parecería ser un interminable concurso de empujones y groserías. Para el sabio, la vida es una gran lección de amor, una expresión continua insondable de su propio infinito ser. La verdad es demasiado maravillosa e inmensa como para verla de una sola mirada en nuestra actual etapa de evolución.
 Todo se nos presenta ante nosotros teñido del color de nuestra propia anteojera de prejuicios. Persuadirnos a nosotros mismos a vivir de una manera más solidaria y fraternal nos conduce a la libertad de acción. Cuando un hermano, además de caminar, zapatea el terreno es porque algunas historias quedaron truncas y hay que revivirlas. No es tan difícil amanecer regalándonos una sonrisa a nosotros mismos, un gesto amable, un apretón de manos sincero. No es una utopía, mucho menos un ideal imposible de aplicar. Todo lo contrario es el principio del camino, sólo con compasión amorosa la fiera calma su ira demencial. No busquemos “culpables” de nuestras posibles situaciones adversas, la angustia o la dicha son hijas dilectas de nuestros sentimientos y acciones ¿Cómo disculparnos si por andar atolondrados, pisamos una rosa o un jazmín? Si por creernos importantes no sonreímos o dejamos de apreciar a DIOS en la vida de los demás, que en verdad de alguna manera es nuestra propia vida ¡Cuidado si pisoteamos el jardín! Mucho le cuesta a las flores crecer.
 Con modesta constante calma se logran más objetivos valiosos que saliendo disparados sin ton ni son para cualquier destino. Tiempo siempre hay para mejorar nuestra vida. Tal vez podamos comenzar deseándole un sincero: ¡Buen día! a nuestros allegados. O, simplemente, aprender a dibujar una franca sonrisa en la ocasional aridez de nuestro rostro.

                                                                                                                  Maximo S. Luppino.   

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