miércoles, 26 de septiembre de 2012

0 LLUVIA DE LUZ


La lluvia acaricia el frio vidrio de la vieja ventana. Una avalancha de peregrinas gotas estallan en nuestro rostro fatigado, cada gota da origen a infinidad de microscópicas partículas de luz. Cada una con su propio derrotero cargado de espacio y misterio. Cada gota es un planeta con su propia órbita de poesía y destino. Un universo, un grano de arena, tiene todo en común, un viaje ininterrumpido por los más hermosos versos.
En la asombrosa multiplicidad de la creación presentimos que no sólo cada constelación, estrella o planeta posee nombre propio; sino que cada hoja de árbol de todos los bosques posee identidad única y definida. Los granos de arena, las hojas verdes, y nuestras gotas de agua aguardan el momento cósmico adecuado donde el ángel de la conciencia evidenciará su identidad. Le regalará la mirada profunda sobre su propia existencia, una pequeña chispa que no cesará de crecer hasta convertirse en infinita llama de vida. Palabra y silencio de un divino instante donde la naturaleza toda conspira para nuestra propia realización, para nuestra propia dicha sin fin. El nombre exacto de cada gota de lluvia deseamos saber. Adivinamos el potencial mágico de luz y paisaje que encierra cada pequeño círculo de agua. Sobre el vidrio frio y húmedo de la ventana de siempre siguen rodando los surcos de agua dibujada caprichosamente por la lluvia que no cesa de insinuar inspiración, es que el hombre y la lluvia, la nostalgia y la esperanza se entretejen como estos surcos de destino que atrapan nuestros recuerdos. Estas gotas de lluvia murmuran versos antiquísimos que no alcanzamos a atrapar, se escapan sagazmente por los caminos sin fin de un jardín más perfecto. Alguien dijo que las gotas de rocío eran lágrimas de dicha de las incontables estrellas. Bendición de los cielos, promesa eterna formulada por DIOS a los hombres. La muerte aparece ante el hombre como un negro fantasma, en ocasiones como una llamada celestial, para despertar a la inmensidad de nuestro ser. La muerte, un sacudón violento y repentino, pone nuestra vida en otra perspectiva. Para nosotros la muerte es un viajar a la “otra orilla”; viaje que todos estamos llamados a realizar. El anhelo de vida nos conduce a recordar TODO, si hasta el instante más remoto quiere ser eternizado en nuestra atención. ¿Cómo no vamos a recordar a nuestros seres queridos, amigos y compañeros de ruta? Tener presente, en mente y corazón, a los que se escondieron tras el velo del tiempo es regalarnos la dignidad de seres sensibles. El Compañero Manuel Hernández se adelantó en el camino que todos transitaremos. Manuel está tan vivo como cuando luchó por abrirse camino en años duros donde había más esperanza y sueños que objetos materiales. Se retiró momentáneamente quedándole mandato popular hasta el año 2013; esto encierra un simbolismo en sí mismo de lo que significa la figura de Manuel. Nuestro homenaje a quien respetamos y respetaremos, a un político interesado en el mejoramiento de su querido San Miguel. Entre las gotas de agua que surcan la añosa ventana y los recuerdos del llamado de DIOS hay sólo un centímetro de distancia. El mismo centímetro divino que nos separa del nuevo hogar del compañero Manuel…  
                                                                               Máximo Luppino

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