Los gritos e imposiciones generan rechazo y aversión. Las opiniones respetuosas, junto a los cariñosos susurros, despiertan la atención y generan respeto. Evolucionar como sociedad implica desterrar los gritos autoritarios y transformar nuestras benignas ideas en cálidos susurros constructivos. La violencia primera, causal de grandes desequilibrios, es la desconsideración del parecer de nuestros semejantes. Optar por un modo de vida considerado es todo un gran desafío, ya que nos obliga a cambiar diametralmente nuestras conductas egoístas y salvajes. “¡En su ignorancia el necio refuta al sabio!” ¿Cómo lo refuta?, lo hace gritando y reiterando obsesivamente sus argumentos sin ejercer introspección alguna. Por supuesto que en nuestra cotidianidad de pares no existe el sabio, ni jamás se rotula a un compañero como ignorante. Esta es la conciencia que nos induce a pensar que en muchas ocasiones los equivocados somos nosotros mismos. Así es que cuando comparamos ideas en voz alta debemos ser por demás prudentes, para no caer en el yerro que criticamos a otros. Es como pretender “comerse al caníbal”…
La belleza y la razón poseen una seducción intelectual y espiritual capaz de conmovernos en todo instante. Sólo necesitamos no mirar por sobre nuestros hombros con arcaicos prejuicios saturados de soberbia. Los gritos y la violencia homicida desterraron al gobierno popular del General Juan Domingo Perón del poder político nacional. Pasaron 17 años de estancamiento y retroceso; hasta que los susurros de la verdad persuadieron al tiempo mismo. Perón retornaría al país para continuar su obra inconclusa. Generalmente cada vez que optamos por el grito destemplado y grandilocuente no nos asiste la lógica. Cuando nos sumergimos en el océano infinito de la paciencia sin premuras, seguro es, que algo duradero estamos construyendo. El grito sobresalta, el susurro encanta. Los rostros crispados alejan a los melodiosos cantos de la naturaleza. Los susurros están en armonía con las cascadas y las lluvias, con los designios sabios del alma.
Máximo S. Luppino
Publicado en el DIARIO LA Hoja
 
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