Las probetas se agitan nerviosamente, las pruebas y ensayos aún no arrojan el resultado deseado. Pero, aguarden… sí, un prototipo del político perfecto aflora… Los climatizadores de aire están graduados a la temperatura justa. Las proporciones de moralina, soberbia, y egocentrismo son adecuadamente combinadas. Conceptos de “izquierda”, carátula de peronista cultor de Evita más que de Perón. Compromiso formal católico más un guevarismo salvaje con aversión a la pólvora. En un marco social de un burgués pasar, da como resultado: “¡el hombre perfecto!”...El político sin asomo de mancha alguna. El que no se permite reír, ni aún, luego de una ardua sesión de cosquillas. Es un genuino abanderado de él mismo. Los científicos olvidaron agregar el componente del “sentido común”. Así es que salió un tan narcisista, pero, en su medio de acción, esto se tolera bastante bien.
Si usted, amable lector, se reúne más de dos veces con un funcionario puede ser rotulado como miembro militante de la “desvergonzada corporación política”… Que, como todos saben, reina en “Ciudad Gótica”.
No acudamos al delivery de políticos, mejor es valorar a su vecino militante, a aquel compañero que se emocionó hasta las lágrimas con la epopeya peronista. Aquel simpatizante socialista genuino, junto al que puede pensar distinto y aún así ser igualmente amigos del alma. La política sirve para unir criterios y hermanar voluntades para el beneficio de la comunidad, por más diversidad de ideología que haya.
Si por construir juntos a pesar de las diferencias somos tildados como desvergonzados, no hay inconveniente. El sentir vergüenza está ligado a la conciencia de los particulares valores individuales de cada hombre; es indudablemente un hecho subjetivo. A otras personas les puede llegar a ocasionar “vergüenza” el ser desamorado, o desagradecido, o indiferente ante el ciudadano concreto. El pueblo es mucho más que un concepto virtual. Es mi hermano de al lado con mal aliento y equívocos como los nuestros. Muy pronto lo comprenderá el rubio espécimen de probeta…
Si usted, amable lector, se reúne más de dos veces con un funcionario puede ser rotulado como miembro militante de la “desvergonzada corporación política”… Que, como todos saben, reina en “Ciudad Gótica”.
No acudamos al delivery de políticos, mejor es valorar a su vecino militante, a aquel compañero que se emocionó hasta las lágrimas con la epopeya peronista. Aquel simpatizante socialista genuino, junto al que puede pensar distinto y aún así ser igualmente amigos del alma. La política sirve para unir criterios y hermanar voluntades para el beneficio de la comunidad, por más diversidad de ideología que haya.
Si por construir juntos a pesar de las diferencias somos tildados como desvergonzados, no hay inconveniente. El sentir vergüenza está ligado a la conciencia de los particulares valores individuales de cada hombre; es indudablemente un hecho subjetivo. A otras personas les puede llegar a ocasionar “vergüenza” el ser desamorado, o desagradecido, o indiferente ante el ciudadano concreto. El pueblo es mucho más que un concepto virtual. Es mi hermano de al lado con mal aliento y equívocos como los nuestros. Muy pronto lo comprenderá el rubio espécimen de probeta…
Máximo S. Luppino
Publicado en el DIARIO LA Hoja
 
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