Imponentes y robustos caracoles se disponen a una cruenta y despiadada lucha. Las antenas ondulan nerviosamente, los músculos están firmemente marcados, cada uno en su rincón, prontos para el trascendental combate. Tribunas y plateas están saturadas de inquietos espectadores que despuntan anticipada ansiedad por el mórbido espectáculo de violencia y sangre sin igual. La mismísima CNN televisará en directo el sobrenatural evento al planeta todo. Las diversas corporaciones empresariales pugnan por colocar sus avisos publicitarios en preferentes espacios. La disputa en cuestión es por la preponderancia de un franco territorio. La apetecible zona que ocasiona la reyerta es la de unos 34 centímetros cuadrados.
El sonido de la campana rasgó el aire, y un manto de silencio sepulcral cayó repentinamente sobre el azorado público… La contienda comenzó. Una vertiginosa carrera de uno contra otro se desató, los caparazones se ladeaban acompasadamente, el topetazo esperado será feroz y letal. Algunas sensibles personas se retiraron ante el bestial espectáculo. Ante los ojos del observador cósmico poca diferencia debe haber entre los 34 centímetros de los caracoles y el territorio todo de un continente o la de la galaxia toda. El concepto ilimitado de infinitud arrasa toda suerte de medida, pulverizando los conceptos de grande y pequeño como hojas secas en invernal estación. Nuestras humanas ambiciones materialistas no son tan alejadas a las disputas de nuestros amigos caracoles.
Tanto el macrocosmos como el microcosmos son infinitos. Nuestras guerras y rencillas se asemejan a las controversias de los caracoles e insectos. Apreciemos nuestra vida desde la perspectiva de un concepto más profundo que el de 34 centímetros de territorio. Sabemos que debemos luchar, tenemos conciencia de que tendremos enfrentamientos que librar. En ocasiones nos parece que jamás emergeremos de la oscura noche de las dudas. Pero al igual que los caracoles nos refugiaremos en nuestro portátil hogar de insondable espiritualidad, de absoluta libertad…
Máximo S. Luppino
Publicado en el DIARIO LA Hoja
 
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