Poseer calma no es fácil, ya que la calma es un hermoso preludio de la perfecta paz interior. Podríamos definir la calma psíquica como una consecuencia del equilibrio mental, estado éste que se encuentra alejado del torpe bullicio materialista. Los tigres de papel rugen improperios en el íntimo microclima de sus asalariados seguidores. La “tropa” es, en ocasiones, más sanguinaria que sus jefes. Con el afán de reunir méritos crean un clima de hostilidad y desconfianza a todo su rededor. La obligación de un verdadero dirigente es no ser dirigido por sus seguidores. Este cambio de roles conduce a grupos humanos al caos y la destrucción. En la oficina, en el taller, en las escuelas, en las obras en construcción, en síntesis en todos los lugares donde los seres humanos desarrollan su labor se establece un universo de relación e influencia. Pujas, competencias y coincidencias matizan los días vividos. Llegará un día inevitablemente en que nuestro propio rol será duramente cuestionado y desafiado. Es en esas ocasiones en las que las tormentas de las dudas golpean impiadosas las naves de la FE; es ahí cuando la calma del pensador debe aflorar. Prontos para luchar, listos para ceder, preparados para esperar sin angustias. La diferencia entre los hombre siempre radica en las conductas que tomamos, en las actitudes que esgrimimos. La calma se alimenta de la verdad. La inquietud abreva en las bulliciosas aguas de los deseos incontrolados de la mentira y de la figuración. En 1985 un grupo de grandes amigos fundamos las escuelas Martín Fierro, de hecho nos constituimos en un grupo de acción definida y concreta, y no en un amontonamiento de frustradas críticas al “sistema”. En este 2010 cumplimos 25 años de vida, damos inmensas gracias a DIOS por permitirnos vivir estos días de lucha y construcción. Ayer, hoy, y siempre Martín Fierro; por la gracia del absoluto todo poderoso…
Máximo S. Luppino
Publicado en el DIARIO LA Hoja.
0 comentarios:
Publicar un comentario