martes, 25 de septiembre de 2012

0 ENERO


El sol se torna un tanto protagonista forzado de calurosos días prolongados en los vastos barrios bonaerenses. Los niños juegan sin condiciones ni límites para su fértil imaginación, el polvo de las calles y el agua de los zanjones se comportan como juguetes gratuitos que la naturaleza les obsequia.
Pausas obligadas con siestas de los mayores, sillas de mimbre y reposeras de caño bajo el fresco de paraísos y álamos, que dibujan su sombra caprichosa en las veredas pobladas de chismes y murmullos de radios prendidas.
El tiempo viaja sin fronteras como el majestuoso aire matinal; los recuerdos de días pasados cobran nueva vida, entreverados con proyectos de suburbios que sueñan con el progreso que parece jamás llegar; con el único temor al fantasma del hambre que se combate día a día.
Es el barrio que permanece gravado en indelebles imágenes de sencillez solidaria entre vecinos de manos callosas y compras apuradas cerca del mediodía.
Semblanza de una niñez con sabor a tortafritas y mate, a Boca y Perón, a la felicidad de la lluvia sobre el techo de chapas y toda la FE en DIOS con la virgencita protectora…
Mi gente, tu gente, todos los hombres, tantas esperanzas invencibles legadas de unos a otros y la certeza de SER más allá de esos ladridos de perros alborotadores, ladrando en las calles profundas y oscuras custodiadas por estrellas perfectas.
Es enero en las barriadas, para el que lo vivió dejó una experiencia silenciosa, drástica, singular, cercana como los sapos trovadores que cantaban felices la llegada del agua, como avisando al barrio que la bonanza del PADRE está presente en cada corazón y en el ALMA cándida de los pobladores buenos de nuestro barrio de ideales limpios…

Máximo S. Luppino.



Publicado en el DIARIO LA Hoja el dia viernes 11/01/2008

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