Todos necesitamos ver el horizonte, deseamos apreciar la singular maravilla visual donde la tierra y el cielo se encuentran en una misma línea de estupenda belleza. Pero esa imagen física encierra un contenido emocional esperanzador, divisar el horizonte simboliza el ansia de libertad del hombre. La extensión profunda susurra secretos milenarios a la conciencia despierta.
Ver el horizonte es saber hacia dónde vamos, esto indica poseer una direccionalidad en nuestro esfuerzo, no andar a la deriva, ni perdidos en una sociedad que nos “ofrece” un consumismo superfluo y voraz. Si estamos decididos en lo que valoramos y nuestra mente acaricia certeros ideales de fraternidad nuestros días cobran un trascendente sentido humano.
La hojarasca de las vanidades suele empañar la correcta mirada del hombre. El odio es una ciénaga de pesares en la cual nos hundimos si por desdicha transitamos este tortuoso camino sin perspectiva.
Uno de los peores flagelos es el de dejar escapar las horas de nuestras manos entretenidos en acciones difusas que producen confusión. En el orden político las indicaciones claras y directas alinean voluntades armónicamente, siendo la coherencia un distintivo ineludible. El contrincante “parece un gigante si se lo mira de rodillas”... Hay que dar la pelea, es la única manera de obtener respeto y de trazar las condiciones para un futuro mejor. Las contiendas cuando son nobles, por más fiereza que se despliegue en ellas, dejan un saldo positivo. Luego, llegará la calma reflexiva cuando las pasiones se hayan apaciguado, el horizonte se volverá a divisar como un sitio de luz infinita. Cada hombre vale por lo que siente y es capaz de concebir y realizar, en este sentido también la fraternidad impera, ya que lo que un hombre a realizado otro lo puede igualar o trascender, sin importar lo grande y magnífico que haya sido el logro alcanzado. Es este un horizonte de igualdad entre todos los hijos de DIOS.
Máximo S. Luppino
Publicado en el DIARIO LA Hoja
0 comentarios:
Publicar un comentario