Un amigo nuestro de toda la vida solía decirnos: “si la política no sirve para hace amigos, se ejerce una mala política”… El implacable devenir del tiempo nos comprobó la profunda verdad que encerraba esta sencilla sentencia. El hombre tiende siempre hacia su mejoramiento, la humanidad busca su realización, pero el camino no es sencillo de transitar y la lucha con nuestra naturaleza inferior es sumamente ardua; no obstante, la belleza divina que subyace en todos los amaneceres socorre siempre al mundo en busca de la perfección.
Encontramos afecto y confianza de verdaderos compañeros entre nuestras propias filas justicialistas, pero además también hallamos amigos genuinos en personas que militan en otros pareceres políticos y que abrazan distintas doctrinas. El ejercicio adecuado de la acción política nos permite romper el hueco cascarón de arcaicos prejuicios y ver el bien que subyace en todos los ideales por disímiles que parezcan. Cuando se aproximan los tiempos electorales las pasiones se encienden incorrectamente, la competencia se transforma en confrontación y en lamentables ocasiones el contrincante es tratado como un infame enemigo. Muchos deben ser los esfuerzos que estemos llamados a realizar para no caer en el canibalismo político. Jamás se podrá ejercer un gobierno correcto que construya felicidad para la gente, si sus funcionarios llegaron al poder echando mano a crueles prácticas y a deshumanas acciones. Siempre el método está en consonancia con los objetivos; dicho de otra forma, métodos delictivos no pueden acunar de ninguna manera objetivos nobles; “¡El fin NO justifica los medios”. Si un hombre saturó su mente de pensamientos egoístas y su corazón albergó crueldad, ¿Cómo podrá ejercer el bien con tan pesada carga de groseros errores? La ley de causa y efecto está siempre en funcionamiento, el camino fácil y la trampa política genera un hombre público sin escrúpulos no confiable. La política adecuada reclama sinceridad de propósitos y poseer ideales auténticos. También la capacidad de confiar y ganar amigos.
Máximo S. Luppino
Publicado en el DIARIO LA Hoja
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