En el singular mundo de las satisfacciones se destaca el sentimiento de sabernos útiles, la conciencia de que colaboramos trabajando para que “algo” se concrete de la mejor manera, y que lo concretado sea de provecho para nuestros semejantes.
El ofrecer, con desinterés, el fruto de una labor benigna acarrea un torrente de placer que nos comunica con nuestro hemisferio interior.
El concepto de servicio está presente en toda la naturaleza, desde los gentiles árboles que producen el oxígeno necesario para nuestra vida, hasta los pequeños microorganismos, base y sustento de una cadena alimenticia imprescindible para la vida en el planeta.
El denominador común es la utilidad y el beneficio de la eficiencia que permite la vida y el desarrollo de los demás. Desarrollar capacidades es necesario, desenvolver nuestros talentos y ponerlos al servicio de nuestros hermanos es una gratificante obligación. Nos perfeccionamos en la medida en que somos útiles a nuestros semejantes.
Ser útil es estar en sintonía con la fuerza que mantiene marchando a los mundos en sus órbitas; brindarse sin reservas a la lucha en cada segundo de luz, pugnando para que ese momento se convierta en el portal hacia la gloriosa infinitud.
Brindar compañía y socorro al desvalido, sembrar olivos con FE en que todas las plantas florecerán venciendo la aridez, superando los desencuentros, implantando armonía para que el dolor y la muerte sean trascendidos.
Disfrutar del paisaje agreste, de lo simple y natural, percibir en cada detalle una pauta de existencia que nos susurra la importancia de ser útiles y positivos desde la incuestionable realidad de que SOMOS VIDA Y EXISTENCIA EN CONSTANTE EXPANSIÓN. Todo comienza con un modesto gesto de solidaridad, con una mirada amable que permite sembrar rosas hasta en las rocas más duras.
Máximo S. Luppino
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