Sin lugar a dudas existe una indisoluble conexión entre el pensamiento y la acción. Para mayor precisión aún, diríamos que el pensamiento no sólo precede a la acción, sino que el universo infinito de las ideas es la verdadera matriz del mundo de las concreciones materiales. Acaso no recordamos que todo lo que materialmente poseemos y los objetivos alcanzados se originaron en el pasado cuando apenas surgieron en nosotros como poco más que un sueño tenue, tímidamente concebido. Existen pensamientos débiles y confusos que derivan en acciones dubitativas y episodios atolondrados. También surgen pensamientos claros y robustos de lúcidos intelectos con adecuada concentración mental que producen acciones trascendentes e innovadoras. La práctica y el ejercicio encarrilan la atención fijándola en concretos principios; a esto podemos definirlo como concentración mental. La mente concentrada manifiesta y extrae desde sus mismísimas entrañas de insondable sabiduría los fenómenos tan singularmente anhelados. La humanidad edificó pautas morales y escuelas de filosofía en torno de grandes pensamientos que fueron expresiones de conciencias profundamente esclarecidas. Por todo esto es muy importante saber lo que queremos, qué es lo que estamos deseando, ya que en algunas oportunidades anhelamos situaciones de forma desordenada y pasional sin la adecuada supervisión de nuestra atención. El aspecto fundamental de la supervisión debe ser la intencionalidad del pensamiento, esto es el sentimiento que motoriza a la idea en curso; el alma de la acción es el sentimiento que nos moviliza a ejecutar un hecho. Así podemos calificar un episodio como bueno o positivo cuando es altruista y está dirigido a beneficiar a nuestros semejantes; y reprimir una acción propia cuando tomamos consciencia de que sólo estamos persiguiendo fines egoístas y espurios, que en breve nos ocasionarán disgusto y sufrimiento. Debemos albergar en nuestra mente todos los pensamientos que nos producen satisfacción bajo la luz de nuestra atenta consciencia; esto equivale a ideas desinteresadas de bondad y belleza.
Máximo S. Luppino
Publicado en el DIARIO LA Hoja
0 comentarios:
Publicar un comentario