Los hombres transitamos toda suerte de caminos. Marchamos por senderos empinados y escabrosos; deambulamos por senderos estrechos, saturados de soledad. Caminamos siempre aprendiendo, pisamos fuerte y seguros el suelo vivo que nos vio nacer. El constante deambular nos llevó a conocer a otros hermanos peregrinos con los cuales trabamos camaradería y amistad. Entonces el andar se tornó más liviano, más agradable. Apreciamos en el “otro” nuestro propio ser; vimos nuestra propia vida reflejada en la mirada triste y cansada de otros luchadores. Así aprendimos a llamar hermano al desposeído y al ladrón, al corrupto y al mentiroso, al pecador que lleno de bondad compartió generoso su pan con nosotros.
Los fariseos claman a gritos la presencia del fuego purificador. La inquisitiva corte de desalmados prepara el patíbulo para el hombre “corporativo” Para el que cobijó bajo su techo a un imperfecto vecino arrepentido al cual su orgullo de hombre no le permitía ni el consuelo de llorar. Los renegados están carentes de amistad. El desolador síndrome de “único portador de la verdad” es un flagelo para el alma.
Es de madrugada y la lluvia arrecia sobre el barrio, cada gota fría de agua contiene la fuerza del mar, y en su diminuta soledad abraza la inmensidad. Nuestro amigo, diría Atahualpa Yupanqui: “¡Es uno mismo con otro cuero!”… Los sínicos ignorantes “inventaron” la clasificación entre individuos; cultores de la separabilidad pretenden dividir el corazón inmortal de la humanidad. No en vano Magdalena y un ladrón recibieron prontamente a Jesús en su interior. El pueblo en su simpleza es sabio, los grasitas no olvidan, los descamisados siempre están… Las tortas fritas poseen un índice de lealtad mayúsculo saboreadas con mate caliente servido por callosas y rústicas manos.
En el otro extremo está el caviar y el sushi, los cogotudos y los renegados; aquí, resistimos en pacifica actitud los que queremos vivir viendo lo bueno en todas partes…
Los fariseos claman a gritos la presencia del fuego purificador. La inquisitiva corte de desalmados prepara el patíbulo para el hombre “corporativo” Para el que cobijó bajo su techo a un imperfecto vecino arrepentido al cual su orgullo de hombre no le permitía ni el consuelo de llorar. Los renegados están carentes de amistad. El desolador síndrome de “único portador de la verdad” es un flagelo para el alma.
Es de madrugada y la lluvia arrecia sobre el barrio, cada gota fría de agua contiene la fuerza del mar, y en su diminuta soledad abraza la inmensidad. Nuestro amigo, diría Atahualpa Yupanqui: “¡Es uno mismo con otro cuero!”… Los sínicos ignorantes “inventaron” la clasificación entre individuos; cultores de la separabilidad pretenden dividir el corazón inmortal de la humanidad. No en vano Magdalena y un ladrón recibieron prontamente a Jesús en su interior. El pueblo en su simpleza es sabio, los grasitas no olvidan, los descamisados siempre están… Las tortas fritas poseen un índice de lealtad mayúsculo saboreadas con mate caliente servido por callosas y rústicas manos.
En el otro extremo está el caviar y el sushi, los cogotudos y los renegados; aquí, resistimos en pacifica actitud los que queremos vivir viendo lo bueno en todas partes…
Máximo S. Luppino
Publicado en el DIARIO LA Hoja.
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