Los sentimientos positivos revitalizan nuestros días. El noble corazón trabaja con majestuosa dicha cuando un deseo bienhechor ocupa nuestra atención, la más humilde célula de nuestro cuerpo se recarga de energía celestial al sentir el calor de la amistad y nos llenamos de interés por el bienestar de nuestros seres queridos. La incontenible belleza del arte genera la verdadera revolución humana que busca siempre su liberación; el clamor de las armas esclaviza aún más al hombre, sujetándolo al pasado primitivo con los nefastos grilletes del odio.
¡Ordénale a tu mente que albergue el bien supremo! Desterremos todo temor y egoísmo de nuestros pensamientos. Produce insospechados cambios en el metabolismo del planeta la dulce música orquestal, mientras los volcanes calman su ira al escuchar las voces estremecedoras de los barítonos y tenores. Sembramos “infiernos” o “cielos” con nuestro sentir y pensar…Todo se origina en nosotros mismos. La percepción del mundo exterior es dudosa y engañosa, sólo la inconfundible certeza del espíritu es segura guía.
¿Sembraremos en nuestros niños rencor o amor?... La colosal magnitud de la responsabilidad educadora de padres y maestros es superlativa. La ira y el encono interrumpen el flujo de vida inspiradora por el cuerpo del planeta, deprimiendo la labor de creación, aproximándonos a la decadencia y al ostracismo del alma. El amor universal, el inegoísmo, la devoción a la belleza artística son generadores de fuerzas motivadoras que estimulan el indetenible plan divino. Todo está sujeto a la ley de evolución; los hombres podemos optar si decidiremos aprender por métodos tortuosos o agradables formas llenas de armonía… La diferencia entre “las dos formas”, es tremenda.
Un solo hombre resuelto en la infinita consciencia de la certeza divina crea con frecuencia verdaderos universos de dicha en la soledad de su vastedad. Poseemos responsabilidades ineludibles con la creación, más temprano tomemos consciencia de esto más cerca estaremos de la gloria infinita que nos aguarda…
¡Ordénale a tu mente que albergue el bien supremo! Desterremos todo temor y egoísmo de nuestros pensamientos. Produce insospechados cambios en el metabolismo del planeta la dulce música orquestal, mientras los volcanes calman su ira al escuchar las voces estremecedoras de los barítonos y tenores. Sembramos “infiernos” o “cielos” con nuestro sentir y pensar…Todo se origina en nosotros mismos. La percepción del mundo exterior es dudosa y engañosa, sólo la inconfundible certeza del espíritu es segura guía.
¿Sembraremos en nuestros niños rencor o amor?... La colosal magnitud de la responsabilidad educadora de padres y maestros es superlativa. La ira y el encono interrumpen el flujo de vida inspiradora por el cuerpo del planeta, deprimiendo la labor de creación, aproximándonos a la decadencia y al ostracismo del alma. El amor universal, el inegoísmo, la devoción a la belleza artística son generadores de fuerzas motivadoras que estimulan el indetenible plan divino. Todo está sujeto a la ley de evolución; los hombres podemos optar si decidiremos aprender por métodos tortuosos o agradables formas llenas de armonía… La diferencia entre “las dos formas”, es tremenda.
Un solo hombre resuelto en la infinita consciencia de la certeza divina crea con frecuencia verdaderos universos de dicha en la soledad de su vastedad. Poseemos responsabilidades ineludibles con la creación, más temprano tomemos consciencia de esto más cerca estaremos de la gloria infinita que nos aguarda…
Máximo S. Luppino
Publicado en el DIARIO LA Hoja.
0 comentarios:
Publicar un comentario