El viento sobre los sauces canta alabanzas, jamás gime ni insulta. La lluvia cae sobre los cálidos techos susurrando esperanzas lanzadas desde los cielos, desde la infinitud misma, la lluvia jamás es lastimera ni pesimista.
La puesta de sol es romántica y sublime mientras promete entre sus pliegos violáceos, amarillos y naranjas volver a surgir de nuevo desde el horizonte misterioso e inescrutable. El sol es vida siempre, jamás será oscura muerte. Hasta la humilde brizna de pasto sueña sueños de poderosas araucarias y de formidables robles añejos. ¿Podemos ser nosotros menos que esa modesta mota de pasto que revive una y otra vez a pesar de los distraídos pisotones de los transeúntes? Seguramente estamos llamados a compartir la infinitud del espacio libre y creador.
Giro la mirada y un fiel cachorro descansa a mi lado y su compañía me estremece de fidelidad y cariño… En un silencio de comunión las hojas de los álamos canturrean pujanza salutífera. Las críticas, quejas y gemidos llaman al destierro del alma. La actitud quejumbrosa satura el digno orden del afecto entre la creación toda. ¡Canta, canta y canta desde el fondo del corazón!, ya que el canto es el idioma de los ángeles y el presagio del bien total.
La política sin ideales ni vocación de servicio es un terrible mal para todos, más aún para los que profesan engañosas maniobras para ganar adherentes desde el odio y el resentimiento, "culpando" a otros de propias torpezas y absurdas prácticas. Perón en sus 17 años de exilió no cultivó resentimientos ni venganzas, continuó sembrando ideas de evolución y de amor hacia su pueblo…El tiempo le devolvió grandeza y visión de estadista al más célebre de los políticos argentinos. Perón cantó coplas de esperanzas, jamás la desdicha opacó su lucidez interior; otros, gimiendo, se hundieron en el fango de su propia necedad. Nunca gimamos, siempre cantemos.
Máximo S. Luppino
Publicado en el DIARIO LA Hoja
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