El lápiz labial o la espada, mojarritas o tiburones, roca o agua, viento o fuego… Nuestra mente puede abarcar todas las posiciones posibles, por insondables que éstas parezcan. Lobo o cordero; en el barrio dirían: “vigilante o ladrón”… Las circunstancias nos conducen a tener que optar. Con nuestra mente forjamos nuestro destino; así nos podemos convertir en un feroz combatiente de causas nobles o en tímido pusilánime de afeminados modales, atormentado por sus propios fantasmas. La opción es nuestra. Pero lo que sí es sumamente ridículo es que los victimarios pretendan aparecer como víctimas. Los hombres y mujeres que se forjaron en las grandes pautas culturales del movimiento nacional justicialista tenemos una dirección señalada, este camino es el de la solidaridad del compañerismo inegoísta. Esta senda peronista es el del amor a la patria y a nuestro pueblo todo. Nuestros ideales son los de la justicia social efectiva, concreta y rotunda, No la de la burda farsa de cacarear ante este o aquel compañero: “me sacó la lengua, se burló de mí, me habló de malas maneras”… Todos estos aspectos son tontas nimiedades. La lucha real se despliega en otras latitudes más concretas y definidas. Pequeños soldaditos de cartón libran obsesivas peleas de mentiras con rotundas armas cargadas con vanidad y pompones de perfumado algodón. Ellos mismos, desorientados en sus propios laberintos en una mesa de café, se auto condecoran; mientras los días luminosos de radiante sol nos invitan a vivir horas de gloria. Hoy podemos mejorar. Ahora mismo debemos transitar el sendero ascendente. Basta de novelas retrógradas con argumentos gastados; más que protestas quejumbrosas, decidido protagonismo activo. “Mirando constantemente hacia atrás, se pierde la posibilidad de edificar el futuro”. Todos estamos llamados a librar con heroísmo la batalla de nuestra existencia. Libremos el combate con honor y valentía. Alejados de quejumbrosos y cobardes balbuceos.
Máximo Luppino
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