La capacidad de decidir libremente, con soberanía y plena conciencia, nos aleja de toda suerte de dependencia, este concepto es aplicable tanto a personas particulares como a comunidades y países. El concepto de independencia está íntimamente ligado al divino privilegio del libre albedrio, por esto en nuestro cotidiano actuar no debemos intentar “sujetar” a nuestros semejantes a criterios y pareceres propios. Si amamos la libertad de los pueblos, debemos honrarla desde nuestra propia actitud de respeto por nuestros hermanos y su derecho de construir su propio universo de pensamientos. La independencia es en sí mismo un objetivo irrenunciable, toda comunidad marcha resuelta hacia este ideal de emancipación que permite manifestar su autentica e insustituible identidad.
Todo lo que hoy vemos sojuzgado o en estado de dependencia será liberado por el propio imperio de la ley de emancipación de la conciencia. Aferrarse a cualquier sistema de opresión es retrógrado y tan necio como correr vertiginosamente hacia un sórdido abismo sin luz.
La lucha de los pueblos es aquella que los conduce a ser protagonistas resueltos de su destino de grandeza, autores geniales de las páginas doradas de su propia inmaculada historia. Así se forjó la grandeza de las naciones, alimentada con altruismo y generosidad, a mayor solidaridad colectiva mayor felicidad de la comunidad toda. Cada injusticia y desigualdad reinante es una herida abierta que reclama a gritos ser subsanada. Un largo acopio de sacrificios desinteresados permitió el nacimiento de la patria un 9 de julio de 1.816, pero esta fecha histórica condensa los esfuerzos plasmados durante mucho tiempo atrás. Se sembraron esperanzas compartidas por nobles patriotas para poder cosechar una patria grande.
Argentina continúa naciendo, América Latina se está integrando bajo un manto de armonía de pueblos libres, la patria en su verdadera dimensión es un hermoso concepto ideal que debemos reverenciar.
Máximo S. Luppino
Publicado en el DIARIO LA Hoja
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