Toda comunidad y país posee sus propios héroes, próceres y prohombres. Este hecho universal, en toda sociedad humana, nos habla a las claras de una tabla de valores éticos que esa comunidad enaltece a través de las cualidades morales de sus históricos arquetipos. En toda disciplina humana emergen los individuos que poseen la capacidad de reflejar grandes cualidades de una manera más definida y acentuada que sus semejantes.
Desde el laborioso mundo de las ciencias, hasta el sutil hemisferio de la belleza artística, “los destacados” marcan el camino a seguir. Alguien con meridional certeza aseveró: “¡Dime a quien valoras, y verás hacia dónde te diriges!”. Sin lugar a dudas esto es una matemática realidad; cuando admiramos sinceramente a un personaje histórico de alguna manera estamos deseando adquirir algunas de sus características más notables, y hacia esa realidad nos dirigimos.
Nuestra nación queda atrapada en viejas y arcaicas antinomias; la más celebres de ellas, la de Unitarios o Federales (representada una por Domingo Faustino Sarmiento y la otra corriente político-filosófica por Juan Manuel de Rosas) Cierto es que la mayoría de los argentinos suscribe a una u otra línea histórica, y está bien que así suceda. El desfasaje aflora cuando se descalifica a la fracción diferente a nuestro personal criterio. Queremos decir que muchas muertes y sufrimientos ha vivido nuestra nación como para seguir alimentando controversias. Si no armonizamos nuestros pensamientos con el pasado, ¿cómo vamos a pretender poseer criterios equilibrados en el presente?
El apasionamiento ciego no es un sesgo de mayor convicción, más bien es una característica primaria de personas poco evolucionadas. La tolerancia no es sinónimo de poca convicción, sino una cualidad de intelectos amplios con equilibrio emocional. Aún discutimos visceralmente a Ernesto, el “CHE”, Guevara; cuando ya es un insoslayable ícono mundial de la lucha antiimperialista. Los debates ideológicos son bienvenidos, no así el tosco fanatismo…
Desde el laborioso mundo de las ciencias, hasta el sutil hemisferio de la belleza artística, “los destacados” marcan el camino a seguir. Alguien con meridional certeza aseveró: “¡Dime a quien valoras, y verás hacia dónde te diriges!”. Sin lugar a dudas esto es una matemática realidad; cuando admiramos sinceramente a un personaje histórico de alguna manera estamos deseando adquirir algunas de sus características más notables, y hacia esa realidad nos dirigimos.
Nuestra nación queda atrapada en viejas y arcaicas antinomias; la más celebres de ellas, la de Unitarios o Federales (representada una por Domingo Faustino Sarmiento y la otra corriente político-filosófica por Juan Manuel de Rosas) Cierto es que la mayoría de los argentinos suscribe a una u otra línea histórica, y está bien que así suceda. El desfasaje aflora cuando se descalifica a la fracción diferente a nuestro personal criterio. Queremos decir que muchas muertes y sufrimientos ha vivido nuestra nación como para seguir alimentando controversias. Si no armonizamos nuestros pensamientos con el pasado, ¿cómo vamos a pretender poseer criterios equilibrados en el presente?
El apasionamiento ciego no es un sesgo de mayor convicción, más bien es una característica primaria de personas poco evolucionadas. La tolerancia no es sinónimo de poca convicción, sino una cualidad de intelectos amplios con equilibrio emocional. Aún discutimos visceralmente a Ernesto, el “CHE”, Guevara; cuando ya es un insoslayable ícono mundial de la lucha antiimperialista. Los debates ideológicos son bienvenidos, no así el tosco fanatismo…
Máximo S. Luppino
Publicado en el DIARIO LA Hoja.
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