Argentina es una nación. Las naciones no se constituyen como tales a través de meros hechos voluntaristas, ni se originan por simples documentos o decretos. Sí, es verdad que todo esfuerzo auténtico de la sociedad en dirección de establecer el bien común, siendo coherentes con los designios culturales históricos, es un paso insoslayable hacia delante. Los valores éticos de una nación son dinámicos, de ninguna manera es un concepto estático como lo es un frasco en un estante.
El espíritu de una nación está puesto a prueba constantemente. La vorágine consumista de capitalismo desbocado tienta a nuestra sociedad a dar vuelta la cara a nuestros ideales de fraternidad y justicia social. El “sálvese quien pueda” intenta taladrar la magnífica roca fundacional de la Argentina.
La cofradía de caníbales está agazapada. Parecen normales ciudadanos, pero sus pensamientos son retrógrados y separatistas; sus corazones aún no han sido visitados por la bendición de la compasión. Creen que Argentina es solamente Buenos Aires/Capital, que cultura y rascacielos son sinónimos despreciando a la genuina “Argentina Profunda”; aquella que surge de todas las latitudes de nuestra patria. Esa Argentina federal que se nutre de gloria en cada poblado y paraje polvoriento de nuestra nación interior.
Los próceres están vivos en los ideales de la pujante argentinidad. San Martín, Belgrano, Rosas, y tantos otros custodian nuestra patria desde los conceptos más cristalinos de nuestro pueblo. La nefasta moda de la pereza y el atolondramiento que producen el alcohol y las drogas intenta consolidarse como un “modelo de persona”. Ser un zombi no es divertido, aniquilar la valiosísima conciencia de nosotros mismos es un auténtico pecado capital. Siglos de evolución, manantiales de belleza evolucionarte, música gloriosa del “techo del mundo”, quieren ser opacados por el “tiempo de los misiles. Argentina ES nuestro lugar, el hogar pequeño y cálido desde donde abrazaremos la infinitud…
El espíritu de una nación está puesto a prueba constantemente. La vorágine consumista de capitalismo desbocado tienta a nuestra sociedad a dar vuelta la cara a nuestros ideales de fraternidad y justicia social. El “sálvese quien pueda” intenta taladrar la magnífica roca fundacional de la Argentina.
La cofradía de caníbales está agazapada. Parecen normales ciudadanos, pero sus pensamientos son retrógrados y separatistas; sus corazones aún no han sido visitados por la bendición de la compasión. Creen que Argentina es solamente Buenos Aires/Capital, que cultura y rascacielos son sinónimos despreciando a la genuina “Argentina Profunda”; aquella que surge de todas las latitudes de nuestra patria. Esa Argentina federal que se nutre de gloria en cada poblado y paraje polvoriento de nuestra nación interior.
Los próceres están vivos en los ideales de la pujante argentinidad. San Martín, Belgrano, Rosas, y tantos otros custodian nuestra patria desde los conceptos más cristalinos de nuestro pueblo. La nefasta moda de la pereza y el atolondramiento que producen el alcohol y las drogas intenta consolidarse como un “modelo de persona”. Ser un zombi no es divertido, aniquilar la valiosísima conciencia de nosotros mismos es un auténtico pecado capital. Siglos de evolución, manantiales de belleza evolucionarte, música gloriosa del “techo del mundo”, quieren ser opacados por el “tiempo de los misiles. Argentina ES nuestro lugar, el hogar pequeño y cálido desde donde abrazaremos la infinitud…
Máximo S. Luppino
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