Se define como núcleo al “elemento primordial al cual se van agregando otros para formar un todo”; y se puntualiza como periferia al “espacio que rodea a un núcleo definido que le permite al núcleo ser tal y manifestarse”. Observamos este fenómeno, el de núcleo y periferia, en todos los órdenes de la existencia, por supuesto en la conformación de grupos o equipos de trabajo esta realidad se observa concretamente. El presidente de una nación o un primer ministro conforman el núcleo del poder político, sus ministros, gobernadores y estrechos colaboradores establecen la periferia o entorno de ese grupo, juntos plasman un “espacio” de poder, donde el más discreto colaborador es necesario para el correcto funcionamiento del conjunto.
En las complejas y ricas relaciones humanas se agudiza el fenómeno de núcleo y periferia ya que algunos individuos que ofician de periferia en algún orden se establecen como núcleos en otros aspectos; produciendo de esta manera un delicado entramado de interrelación colectiva. En el juego de función y protagonismo tanto lo central como lo circundante es igualmente importante ya que el TODO se conforma con la genuina sumatoria de las partes. Estos conceptos ofician como moraleja, más allá del rol que nos toca ejecutar debemos cumplir nuestra misión exitosamente.
Cuando la insolente vanidad pretenda abordarnos debemos recordar que el hombre es una manifestación finita de una inteligencia infinita; la infinitud del principio creador atrae a las partes hacia su centro eterno. Somos gotas de agua con apetencia y añoranza del gran océano creador. En definitiva, un humilde albañil puede generar mayor afecto y respeto que un funcionario de impecable vestir cortesano. Las dimensiones del corazón nos conducen a un núcleo de libertad única, siempre alejado de egoísmos y mezquindades…
Núcleo o periferia se emparentan en la lucha, en los sacrificios, en las lágrimas y en la felicidad celestial que nos aguarda.
Máximo S. Luppino
Publicado en el DIARIO LA Hoja
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