Un benigno estado de agitación política comenzó a surcar las extensas praderas justicialistas a partir de la convocatoria de elecciones internas en el legendario movimiento de Perón. Cuando el Peronismo se dinamiza los vientos de contienda sacuden las más rígidas rocas como si fueran débiles escaparates de pobre papel. Los herejes de “la marchita” y los cholulos de extremas foráneas ideologías emprendieron el retorno sin pudor a la casa del GENERAL…La ebullición justicialista ha comenzado y con ella se desempolva un doméstico conformismo contrario a la naturaleza grandiosa del hombre.
Las doctrinas e ideologías, por excelsas que sean, son un magnífico y solemne punto de partida del hombre digno; pero no son de manera alguna “el fin del sendero”, queremos decir que las ideologías no deben ser un condicionante en nuestras relaciones y menos aún una frontera para nuestra creatividad. Nos iniciamos en la coherencia de una doctrina y en la medida que evolucionamos encontramos tremendas maravillas en los secretos escondidos, en sus pliegos de solidarios y humanistas ideales. El término “compañeros”, como vocablo distintivo de los militantes justicialistas, es en sí mismo una definición de solidaridad irrenunciable entre todos aquellos que elegimos un mismo camino doctrinario. La palabra “compañeros” es declaración augusta de pertenencia a una misma familia política y emocional del campo nacional y popular. La contienda electoral próxima reunirá a militantes idealistas con deseos de continuar construyendo la patria grande con la cual “San Martín soñó”; también agrupará a las hienas, verdaderos colosos del oportunismo cantando la “marchita” mientras piensan como beneficiarse a costilla del sudor ajeno.
No obstante, la luz de la patria iluminará a todos, cada uno recepcionará la parte de luz que sea capaz de reflejar, la política no es ni “joven” ni “vieja”, simplemente es buena o mala, inteligente o torpe, útil o ineficaz.
Máximo S. Luppino
Publicado en el DIARIO LA Hoja
0 comentarios:
Publicar un comentario