Mantenerse constante y decidido en la construcción de un objetivo valioso y trascendente es saber perseverar. Conservar vigente un equívoco a lo largo del tiempo es sumamente penoso y da origen de un torbellino de penurias. La noble virtud de la perseverancia debe estar siempre custodiada por el discernimiento ya que esto nos guarda de caer en la necedad y la obsesión.
En el glorioso océano, iluminado de la virtud, el hombre se encuentra a salvo de la oscuridad desconcertante de la ignorancia. Perseverar sin un noble espíritu de bondad y servicio a nuestros hermanos es peligroso cual una filosa daga de doble filo. El camino de fortificar nuestra voluntad a través de la austera disciplina es maravilloso y liberador, en tanto y en cuanto nuestra infinita fuerza de voluntad se forje a la sombra de un corazón sensible saturado de amorosa compasión para con toda criatura existente.
Las grandes filosofías de la humanidad brindan clara luz al pensamiento creativo del hombre, las ancestrales religiones del planeta pujan por llenar de prístina FE el ánimo colectivo; La ciencia busca con un telescopio lo que el hombre ya presiente en el seno de su insondable alma. Perseverar en el arte, perseverar en la entonación de devotas oraciones, y anclarse en la profunda meditación es transitar el sendero de la suprema autorrealización. En este estupendo camino todo esfuerzo perseverante es profundamente bienvenido. Cuando el pensamiento político es genuino es inevitablemente un desprendimiento de un axioma filosófico trascendente. Perseverar es proyectar nobles ideales a lo largo de toda nuestra existencia, a pesar de todas las dificultades que debemos sortear. El odio, el rencor, la envidia y el miedo, tendrán que ser expulsados de la atención humana; ya que son verdaderas malezas dañinas que ahogan el crecimiento de la flor del conocimiento. Luchemos por existir más allá de la ilusión, existir con desplegada consciencia en expansión constante, es verdadero motivo de regocijo.
Máximo S. Luppino
Publicado en el Diario La Hoja
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