Quieren rugir… pero sólo pueden cuchichiar. Desean ser valientes… pero apenas pueden ser tristes traidores del vanidoso vulgar oropel. Se definen como “compañeros”, aunque son afligidos seguidores de Maquiavelo. Conspiran en las sombras de la ignominia, y “amontonan” información que divulgan con irresponsable indiscreción. El tren de la amistad pasó vigoroso y raudo en busca de la gloria. Las ratas se agolpan devorando las sobras de banquetes ajenos. Indignos de todo honor, marchan cabizbajos hacia el árido desierto del ostracismo. Relatan historias de “otros”; no son capaces de vivir sus propias genuinas aventuras. Los roedores sobrevirarán escondidos en oscuros rincones, anidando en casas distantes sin añorar patria alguna.
Desde la celeste morada de los héroes, los hombres buenos rezan por los renegados de la amistad. Sabemos que la humanidad toda está inmersa en un sagrado proceso evolutivo. Para los ojos de DIOS, poca o ninguna diferencia hay entre lo alto y bajo; lo pequeño y grande, los justo o lo pecador. Nosotros nos imponemos querer a las ratas, por más que en algunas ocasiones sintamos repulsión por su ladina conducta. El corazón del cosmos nos llama a ser libres y sabios, hacia ese cielo de perfección nos dirigimos.
Mañana el sol brillará con magnificencia como todos los días. Cada uno de nosotros llevará a cuestas su propio infierno o paraíso en las insondables playas de nuestra conciencia. Hoy, como ayer, volveremos a brindar nuestra amistad sin condiciones a esas personas que por un momento, y, sólo por un momento, nos parecieron sucias y cobardes ratas. Ahora ya todo pasó, nuestra espada no asomará su inmaculado filo de la silenciosa vaina por pequeños episodios. Sí, confieso padecer un dolor de amigo. La mesa estará nuevamente tendida; todos tienen derecho al divino banquete, inclusive Judas Iscariote…
Máximo S. Luppino
Publicado en DIARIO LA Hoja SMnoticias
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