En el apasionante universo de la simbología, “el árbol” posee un destacado lugar: La nítida imagen de un ser vegetal dador de oxígeno y refugio de los pájaros, con verdes hojas que danzan al ritmo del viento libre. El árbol está firmemente anclado al sólido suelo. Las poderosas raíces se fijan decididas a la tierra donde toman sus elementales nutrientes. El tronco sólido resiste íntegro y noble los embates de las circunstancias. Pero todo esto permite que las gloriosas ramas se eleven al cielo magnífico en busca del sol, en busca de DIOS. Raíces para crecer coherentes con su lugar.
Tallo o tronco que es columna de acción para que por fin las hojas marquen el camino hacia el cielo. De un mismo tronco nacen muchas ramas de variada forma, pero todas le deben lealtad al padre tronco digno que las sabe mantener.
El árbol añora compañía de otros de su especie para así, siempre juntos, ser bosque fresco más allá del horizonte. Entonces, sabemos que los hombres no podemos ser menos que los árboles. Debemos amar nuestras raíces, que son nuestra cultura, nuestras tradiciones y valores. Debemos edificar nuestro tronco de vida de la mano de la disciplinada constancia, desarrollar la fuerza de voluntad que nos permitirá alcanzar lo deseado. También debemos proyectar ramas de pensamiento y amor al cielo azul que todo nos brinda. Suelo y cielo, raíces y ramas, retiro inspirador de primavera eterna.
Cada vez que un árbol es derribado un ángel llora en silencio, mientras un ejército de duendes de la naturaleza alienta a otra semilla a germinar ¡Los árboles sienten! ¿Acaso nunca percibiste su felicidad en un largo día de lluvia?… Basta con detener un tanto nuestra vorágine de movimiento para sentir las emociones que de ellos emanan. Cuando cae un árbol, el río se lamenta, y el mar ruge en rebelde protesta. Un árbol es mucho más que un solitario guerrero…
Tallo o tronco que es columna de acción para que por fin las hojas marquen el camino hacia el cielo. De un mismo tronco nacen muchas ramas de variada forma, pero todas le deben lealtad al padre tronco digno que las sabe mantener.
El árbol añora compañía de otros de su especie para así, siempre juntos, ser bosque fresco más allá del horizonte. Entonces, sabemos que los hombres no podemos ser menos que los árboles. Debemos amar nuestras raíces, que son nuestra cultura, nuestras tradiciones y valores. Debemos edificar nuestro tronco de vida de la mano de la disciplinada constancia, desarrollar la fuerza de voluntad que nos permitirá alcanzar lo deseado. También debemos proyectar ramas de pensamiento y amor al cielo azul que todo nos brinda. Suelo y cielo, raíces y ramas, retiro inspirador de primavera eterna.
Cada vez que un árbol es derribado un ángel llora en silencio, mientras un ejército de duendes de la naturaleza alienta a otra semilla a germinar ¡Los árboles sienten! ¿Acaso nunca percibiste su felicidad en un largo día de lluvia?… Basta con detener un tanto nuestra vorágine de movimiento para sentir las emociones que de ellos emanan. Cuando cae un árbol, el río se lamenta, y el mar ruge en rebelde protesta. Un árbol es mucho más que un solitario guerrero…
Máximo S. Luppino
Publicado en el DIARIO LA Hoja.
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