Los saludos, sonrisas y genuflexiones hechas al poder de turno se asemejan a caducos arco iris sin color, condenados a perpetuos grises o a lechos secos, de lo que ayer fueran caudalosos ríos llenos de luz.
Los lazos de honor y respeto deben mantenerse erguidos ante cualquier adversidad, “contra viento y marea”, el hombre que no sabe “bancarse la estaqueada” no es hombre…es una lastimosa osamenta deambulando sin rumbo en un océano de temores.
La montaña como escuela, DIOS como destinatario de toda adoración, el indómito viento patagónico es un eterno confidente; el solitario soldado mira hacia atrás y a pesar de los inconvenientes y sinsabores está feliz porque su conciencia está limpia y cumplió con su deber. Nada espera, pero enfrentará lo que acontezca… es su estirpe de leal soldado forjado en el temple sanmartiniano, en la raíz generosa del pueblo argentino que prestó sus hijos al noble ejército libertador. Estamos hablando de GUSTAVO SALERNO, a quien saludamos públicamente por considerar que lo merece por sus distinguidos méritos y vocación de servicio.
Los vaivenes de las relatividades terrestres acomodan circunstancias en ocasiones “favorables” o en otros momentos “adversas”, pero la disposición de aprender trasmuta toda vicisitud en positiva y fructífera, de suerte que agigante nuestra fe. Mientras los bienes materiales se deterioran y pierden, la dignidad nos acompañará donde vayamos, más allá de los confines del tiempo y el espacio. Los guerreros no prolongan los discursos más de lo necesario, tampoco establecen dilaciones, la acción frontal los llama, su misión los convoca con vos de mando rotunda y sublime. Los gloriosos estandartes condensan las glorias pasadas e inclusive las futuras. Evocando la bandera de la patria, saludamos al hombre con estirpe de soldado… ¡SALUDO UNO…DOS!...
Máximo S. Luppino
Publicado en el DIARIO LA Hoja
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