Se denomina chupa cirios a todos aquellos hombres que, relacionados con la santa Iglesia Católica, están más pendientes de “las formas y apariencias” que del profundo contenido redentor de la FE.
El chupa cirio es una persona perturbada entre sus deberes para con sus hermanos y sus tendencias alcahuetas, prontas a delatar y señalar “su mayor cercanía con DIOS”. En su afán de “hacer mérito”, finaliza en ocasiones, alejándose del sagrado fuego del compañerismo y de la amistad.
La religión no es una película de espías; si lo fuera, el chupa cirio oficiaría como doble agente, y si la vida se asemejara a una carrera sería una jornada deportiva cargada de camaradería y de pleno espíritu de superación, donde el sentido de equipo y trabajo desarrollara nuestra fraternidad.
El chupa cirio debe enaltecer su amada religión, respetando a todos los demás credos y religiones, recordando que existe un DIOS único que contiene en sí a toda la creación.
Los conceptos de separatividad deben derrumbarse como se derribó aquel infame muro de Berlín que dividía a hermanos de una misma nación. El sentimiento de fraternidad nos lleva a aceptar a nuestros semejantes tal cual son, sin desear “convertirlos” o “guiarlos”; cada uno debe continuar transitando el camino que eligió de la mejor manera posible, con la mayor alegría que sus corazones sean capaces de reflejar. Querer al otro es apoyar sus planes y su forma de vivir en cuanto sean expresiones de sinceridad y bondad.
Profundamente aferrados a los lirios de utilería, succionando infatigablemente el manual del “yo soy mejor”, encontramos a nuestros amigos chupa cirios; pero, más allá del juego pueril de los cortesanos de la estética, sale glorioso e invencible el sol de la esencia, dueño soberano de todas las manifestaciones de este amado mundo en evolución constante hacia la realidad.
Máximo S. Luppino
Publicado en el DIARIO LA Hoja
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