Los gobiernos dictatoriales ejercieron el autoritarismo con demencial ceguera, sembrando dolor y muerte por toda la nación. Pretendían que sus ideas fueran únicas, que reine un solo color y que no exista lo diferente a ellos.
Pero el tiempo de la libertad se forjó en cada aula, en los barrios olvidados por el progreso, en las fábricas que funcionaban perezosas y nostálgicas de aquellos días felices del GENERAL, en las estaciones de trenes llenas de murmullos y esperanzas obreras, en las canciones populares que surgían rebeldes e indómitas de gargantas reprimidas.
El pueblo no olvidó, tenía el recuerdo de aquellos días pujantes donde los únicos privilegiados jugaban con inocencia en las plazas de todos, donde abuelos y nietos se veían como eslabones de una misma e indestructible cadena. Cuando desde la Europa hambrienta y diezmada se producía una avalancha de familias en busca del pan y trabajo que abundaban en aquella Argentina.
Entonces los tiranos no pudieron apagar el fuego de la república y despreciados marcharon al destierro.
Si ladras, gimes, o rebuznas es normal que muerdas, empujes, desplaces y choques. Si sólo el ansia de poder y dinero es lo que te moviliza, llegará el día en que tu mesa se encuentre vacía.
Pero si te trasladas erguido, desgranas pensamientos y la majestuosidad de las estrellas en la profunda noche llena de emoción tu corazón; debe ser la tolerancia tu verbo.
Hoy la luz del aprendizaje posee más brillo que ayer, los derechos y libertades están siendo grabados día a día en la memoria colectiva, para que los malvados no retornen jamás.
Construyamos un tejido de hermandad sólido donde la persuasión sustituya a la imposición, donde la rigidez de la barbarie ceda paso a la flexibilidad de la sabiduría.
Máximo S. Luppino
Publicado en el DIARIO LA Hoja
0 comentarios:
Publicar un comentario