"Los hermanos sean unidos…"Resuenan en los laberintos de la historia argentina los versos del Martín Fierro, como una profecía que desnuda nuestras falencias para comprendernos y fraternizar. Un crónico canibalismo demencial intenta azotar los incontables emprendimientos nobles que nuestra sociedad ha esbozado a lo largo del tiempo, parecemos niños despedazando nuestros propios castillos de arena edificados con tanto esfuerzo; siempre volvemos a comenzar, en vez de continuar… Alemania y Francia dejaron atrás los desgraciados episodios de la Segunda Guerra Mundial para ser socios de la comunidad europea. Estados Unidos lanzó dos bombas atómicas a Japón en Nagasaki e Hiroshima, protagonizando uno de los episodios más luctuosos de la historia universal. Japón trasmutó su "derrota" en "gloriosa victoria"…de la mano del irrenunciable espíritu de lucha del ancestral samurai, se elevó sobre los escombros y hoy los autos japoneses se pasean displicentes por Hollywood y Nueva York, en tanto el Yen socorrió, en más de una ocasión, al "vanidoso" dólar. "Los hijos del sol" tuvieron dos opciones, resentirse y odiar, o superarse y trabajar…Los Nipones hicieron lo correcto, las pruebas están a la vista.
En nuestras criollas latitudes existió un gran estadista tres veces presidente de los argentinos por expresa voluntad popular, el General Juan Domingo Perón, padre de una doctrina política que encierra verdades filosóficas que surcan el tiempo, elevándose por encima de los mensajeros de la violencia y de parlanchines caudillos ocasionales. Vislumbrar a Perón significa redescubrir su temple de estadista y sus cualidades contemplativas y filosóficas. En la doctrina justicialista están las respuestas y soluciones a la problemática nacional. No necesitamos copiar políticas de otros países, aquí mismo, en nuestras gloriosas pampas, reina Perón con su gloriosa escuela. Vislumbremos nuestras capacidades, apostemos al bien que poseemos y a nuestra propia y divina identidad.
Máximo S. Luppino
Publicado en el DIARIO LA Hoja
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