El orden es primordial, los planetas no deambulan a “tontas y a locas” caprichosamente, sino que poseen una órbita determinada e inteligentemente establecida con un propósito superior. Contemplando la naturaleza se evidencia categóricamente este orden consciente que interactúa en la creación toda. Los seres humanos debemos adecuarnos a este mandato del sentido natural. El susurro del tiempo nos sugiere trabajar en equipo, somos la sumatoria de insustituibles partes que conformamos un maravilloso e insondable TODO.
En el huerto de la vida, las violetas, las rosas y los jazmines no compiten entre sí por sus colores y fragancias…Todas las flores son partes de la belleza universal conformando su sitio único en el jardín cósmico.
El esperanzador arco iris necesita de todas sus tonalidades para brillar majestuoso y prometedor en el diáfano horizonte, en la conjunción de colores se establece su encantadora atracción. En la solidaridad manifiesta de un ser a otro, se origina la amistad inclaudicable que nace para nunca jamás dejar de existir, es en esta amistad donde vemos a nuestro ser fundirse junto a la identidad de nuestros seres queridos originando un nuevo universo. La humanidad tiene que anhelar la perfección; si el hombre en su accionar es perfectible, es, seguramente, porque la perfección existe y hacia ese cielo de distinguida armonía nos dirigimos. Los deseos no deben atolondrarse unos sobre otros en nuestra consciencia, esto produce una fragmentación de nuestra atención y por ende de nuestras fuerzas.
Cuando accionamos en equipo entregándonos a nobles ideales nos asemejamos a una gran orquesta sinfónica, donde el sonido emitido por cada músico ejecutor deviene en una excelsa melodía capaz de movilizar nuestro infinito interior, dejándonos guiar por el SUBLIME DIRECTOR.
Máximo S. Luppino
Publicado en el DIARIO LA Hoja
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