NOTICIAS MASTICADAS
Recordamos con alegría algunas de las interminables charlas con amigos en las que, compartiendo mates con anécdotas y desventuras, aprendíamos a rumiar ideales, a yugarla juntos, a sentir lo que el de al lado padecía. Era en un taller mecánico, propiedad de don Antonio Santoro, de la calle El Zonda de la actual ciudad Santa María. Don Antonio actuaba como el “trompa”. Las horas entre fierros, soldaduras, limas y tornos nos convirtieron en amigos. Bendición de la vida que cuando se comparte esfuerzos se apersona la solidaridad nacida del corazón. Aprendimos a escuchar tango, a pensar, a no creer todo lo que los periodistas dicen, a saber cuánta gente del barrio quería a Perón y a comprender que DIOS siempre está presente. No era extraño ver que las estrellas magníficas acompañaran nuestros debates, hasta que el alba misma, con sus primeras luces, interrumpía graciosamente nuestros sanos delirios. Tema recurrente era distinguir cuándo la noticia era información objetiva, o cuando detrás de la misma había un pensamiento ya masticado, amasado y dirigido a hacernos llegar a una conclusión digitada. Que la objetividad pura no existe entre los hombres, lo sabemos. Que los periodistas poseen el derecho de expresar sus creencias personales e ideologías, nos parece positivo. Pero respetando los tiempos de información por un lado y los de opinión por otro. Si los que trasmiten noticias confunden estos momentos escuchamos o leemos las noticias ya masticadas; queremos decir, con un juicio de valor implícito. Esto es inadmisible. Cada lector o escucha debe poseer la libertad de arribar a sus propias conclusiones por imperio de su auténtica experiencia. “¡Atroz medida tomó el gobierno!” escuchamos. Cuando debería decirse: “¡El gobierno tomo TAL medida, a nosotros nos parece atroz!”… La diferencia es clara. No subestimemos esta obviedad, ya que luego de días, semanas y meses de reiteradas ideas se puede inducir a la población a una prefijada y tal vez no exacta conclusión.
Máximo S. Luppino
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