Conforme la sociedad evoluciona se adecua su sentido de justicia. Es así que la ley del “ojo por ojo” que reinara en el pasado casi naturalmente, hoy, es un indicio de barbarie.
Sabemos que la sociedad debe limitar el accionar de los inadaptados y criminales, colocándolos en una situación que no generen peligro y daño a la comunidad, confinándolos en institutos donde recapaciten y se eduquen en los conceptos de una sociedad organizada.
En no pocas ocasiones el uso de la fuerza policíaca es sumamente necesario para que el orden y las garantías individuales puedan imperar. Pero también sabemos que la humanidad es una sola e indivisible entidad espiritual; así como el arte y los grandes descubrimientos e inventos nos llenan de dicha y orgullo, de la misma manera los crímenes de cualquier forma y en cualquier lugar del planeta, nos agobian de vergüenza y dolor, ya que la conciencia de interdependencia y relación entre los hombres es cada vez más notable.
¡En aras del bien no debemos profesar el mal!, es este el caso de la “pena de muerte”, escondida entre los ropajes de “la justicia” una variante del homicidio aparece. La sociedad está constantemente reeducándose y necesitamos construir cimientos de sólido humanismo y verdad, brindándonos ejemplos de tolerancia y solidaridad ¿Qué argumentos sólidos podemos esgrimir delante de un niño para explicarle “la razón” de la pena capital?, a nuestro humilde entender, NINGUNO.
La justicia por mano propia, las manifestaciones violentas que avasallan el derecho de los demás, “las puebladas” que destruyen e incendian propiedades, en algunos casos edificios públicos, o sea un bien de todos, son modalidades nefastas que todos estamos llamados a superar.
Ningún sentido de justicia verdadera aflorará de hordas sedientas de saqueos, solamente el equilibrio y el trabajo constante junto a la autodisciplina nos abrirá las puertas de una sociedad más solidaria y responsable.
En el hemisferio de la solidaridad no hay lugar para la venganza ni para el rencor.
El sentido de justicia sutilizado y profundo conducirá al hombre a aliviar la carga de su semejante.
Máximo S. Luppino
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