El campo argentino es, por excelencia, el bastión moral de la nación. Los pueblos rurales del interior de nuestra patria poseen un criterio límpido y claro, la cultura del trabajo está presente junto al valor supremo de la palabra empeñada con un apretón de manos.
La producción agropecuaria, como la industrial, debe ser apoyada irrestrictamente, ya que los puestos de trabajo se generan a partir del mayor desarrollo de todos los sectores del país.
Cuando un conflicto aparece en el seno de la sociedad, las máximas autoridades representativas de la nación deben aportar cordura y mediación para elevarse por sobre el problema, y no parcializar su opinión convirtiéndose en “uno más en discordia”.
Se pretende que las camionetas doble tracción del campo (compradas honestamente) se transformen en un “pecado capital”, en tanto poco se comenta de las “Hummer” y vehículos importados vendidos ilícitamente por algunos diplomáticos en abuso de su condición de funcionarios “¡Es el mundo del revés!”...” ¡Dale al pito y la matraca!”… “¡Allá, en el horno, nos vamos a encontrar!”…
Entre marchas y contra marchas, cánticos y estribillos pintorescos se lanzan consignas que producen cierta orfandad al cristalino universo del pensamiento, sin mencionar las trompadas y patadas como un “fundamento recurrente” de los cultores de la brutalidad. El martes a la noche, en la histórica Plaza de Mayo, confrontaron el pasado con el futuro haciendo peligrar el ineludible presente; muchas heroicas banderas argentinas se elevaban con profunda dignidad…También había telas rojas y negras…La puja de colores estaba presente, con toda la carga de significados ideológicos y culturales que esto encierra. Nuestra Argentina debe florecer de la mano de todos los hombres de buena voluntad, más allá de la puja de colores.
Máximo S. Luppino
Publicado en el DIARIO LA Hoja
0 comentarios:
Publicar un comentario