0 Botnia

Dos orillas gemelas, más que vecinos, hermanos; Argentina-Uruguay. Un río que corre libre entre riveras criollas de pueblos trabajadores y honestos, con verdes y límpidos paisajes, con aguas dulces dadoras pródigas de vida.
Idioma, religión, historia, fútbol y hasta el mate; en síntesis, toda la cultura nos evidencia un parentesco más fuerte que la misma sangre.
Pero un día apareció el tercero en discordia, asomó de la mano de la necesidad de trabajo de nuestros pueblos, de la tan ansiada “inversión de capitales” que nuestra región ansía; y su nombre sonó sórdido, implacable, poderoso: BOTNIA…
Las columnas de humo gris contrastan con la alegría de los colibríes, con la paz de los pescadores y con las cosechas de los labriegos que sueñan dejar a los suyos una tierra sana. Pero más peligrosa que la posible contaminación es la situación a que estamos arribando entre países fraternos con fronteras cerradas.
El desafío no sólo es vigilar la no contaminación, sino también supervisar la mesura que debemos tener para no empañar la grandeza de nuestras naciones, y el sagrado parentesco de nuestros pueblos.
Tarde o temprano BOTNIA partirá; lo hará por luchas ambientalistas o cuando, en otra latitud, las leyes sin alma del mercado se lo indiquen…
Entonces: ¿Qué quedará entre nosotros? ¿Qué sabor tendrá el agua entonces? ¿Qué colores reinarán en la orilla del hermoso río? ¿Cómo nos miraremos en ese tiempo argentinos y uruguayos?
Es verdad también que muchas familias uruguayas necesitan trabajo ahora junto con un salario que les permita vivir y, si es posible, progresar.
La diplomacia debe exhibir sus mejores dotes para destrabar esta engorrosa situación, sin olvidar los días por venir e invocando las mejores tradiciones de nuestros pueblos, para lograr que la separatividad no pretenda instalarse entre hermanos.

Máximo S. Luppino.