2 Cuerpos Opacos

Recordamos aquellas siempre presentes lecciones de astronomía donde nos enseñaban la diferencia de un cuerpo  celeste opaco y un cuerpo celeste con luz propia. Los planetas y satélites, certeros ejemplos de cuerpos celestes opacos, o sea los que no poseen luz propia y reflejan luz generada por otros astros. Las soberanas estrellas son las benignas dadoras de luz de vida producida en sus propias entrañas. Si bien todos los hombres poseemos luz propia de incuestionable individualidad, no es menos cierto que muchos individuos por primitivismo o comodidad prefieren proceder como “cuerpos opacos”. Decimos que no reconocen la posibilidad de edificar pensamientos genuinos y propios criterios, caminan copiando, imitando, hospedando en sus mentes las caprichosas imposiciones de la moda. También detectamos falsos “cuerpos celestes”, seudos pensadores con menos luz que un fósforo humedecido. “Un árbol no puede crecer a la sombra de otro árbol”, los hombres estamos llamados a actuar como verdaderas estrellas de realización divina. La humanidad va a actuar como una gigantesca constelación lumínica acorde a la sumatoria de cada llama propia individual de cada ser.

Que nadie se resigne a la cárcel de no ser artífice de su propio destino. Que ningún ser se sienta “más que otro, pero a la vez, menos que ninguno”. En la interrelación e integración de unos con otros encontraremos nuestra función única e insustituible como partes no descartables de un magnífico TODO. En este contexto hay poco lugar para las “avivadas”, los vulgares “hurtos de ideas” y mucho menos para admirar a los transeúntes de las sombras. Pero la luz propia de la libertad no sólo se fomenta con pensamientos e ideas autóctonas, fundamentalmente cimentamos nuestra grandeza con vocación de servicio y firme buena voluntad. El camino del daño y la revancha es un sendero demasiado escabroso y sin retorno. Los cuerpos celestes con luz propia no se detienen jamás en su heroica órbita de propinar luz.

Máximo S. Luppino

Publicado en el DIARIO LA Hoja